En el momento en que ellos se detenían, se detenían también ellas, y en el momento en que ellos se elevaban, se elevaban ellas juntamente, ya que el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas. Los querubines parecían tener como manos humanas bajo las alas. Sobre la plataforma que se encontraba por encima de la cabeza de los querubines vi una suerte de zafiro en forma de trono que sobresalía por encima de ellos. Allí estaba la Gloria del Dios de Israel, como en la visión que había contemplado en la vega. De lo que parecían sus caderas, y hacia abajo, era de fuego; de sus caderas para arriba, tenía el aspecto de un resplandor, como el brillo del ámbar.
«Hijo de hombre, dirige tu mirada hacia el faraón, rey de Egipto, y presagia contra él y contra todo Egipto. Fue irreprensible tu conducta | desde el día de tu creación | hasta el momento en que se descubrió tu culpa. Los pobladores de los países ribereños | se ahuyentan de ti, | sus reyes se estremecen de horror, | la cara descompuesto.
Descendieron como incircuncisos a las profundidades de la tierra los que aterrorizaban al mundo de los vivos. En este momento soportan su deshonor con los que bajaron a la fosa. Sus reyes se llenarán de espanto cuando agite mi espada ante ellos. Temblarán a cada momento por sus vidas, por causa de tu caída”. Con la gravedad de tus culpas | y la corrupción de tu comercio | profanaste tus santuarios. | Por eso suscité de tus entrañas un fuego que devora | y te reduje a cenizas sobre la tierra, | a la visión de cuantos te contemplan.
Gabriel Abaga Obiang Lima
De ahí que, por mi vida —oráculo del Señor Dios—, te anegaré en sangre, y la sangre te perseguirá. Porque no has aborrecido el crimen, el delito te perseguirá. Pero si tú adviertes al maligno que cambie de conducta, y no lo hace, él va a morir por su culpa, pero tú habrás salvado la vida». Porque habían aterrorizado al planeta de los vivos, el faraón y toda su gente deberán yacer en la mitad de los incircuncisos, con los traspasados por la espada —oráculo del Señor Dios—». Allí está Elán y su gente, sus sepulcros en torno a ellos.
Pero cuando se cumplan —y están para cumplirse— van a saber que había un profeta en medio de ellos”». Cuando haya dejado el país solitario y desértico gracias a todos los actos abominables que cometieron, entonces van a reconocer que yo soy el Señor”. Desde la tarde previo y hasta que el fugitivo llegó por la mañana había estado sobre mí la mano del Señor. Entonces me devolvió el habla, y dejé de estar mudo.
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El vestíbulo medía doce metros y medio de largo y 2 metros y medio de ancho. Me llevó al lado sur, había allí un pórtico mirando hacia el sur. Sus pilastras y el vestíbulo tenían la misma dimensión que la de los otros pórticos. El pórtico, desde el límite externo del techo de una hornacina hasta el límite externo del techo de la otra, doce metros y medio.
De ellos saldrá fuego contra toda la vivienda de Israel». Te amarraré con cuerdas y no vas a poder volverte de un lado ni de otro hasta haber cumplido los días del asedio. Después, acuéstate sobre el lado izquierdo, y yo voy a poner sobre ti la culpa de Israel. El número de días que estés acostado de ese lado cargarás con su culpa. Te pegaré la lengua al paladar, quedarás mudo y no podrás ser su acusador, pues son un pueblo rebelde.
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Extenderé mi mano contra él y lo eliminaré de mi pueblo, Israel. Los profetas de Israel que profetizaban sobre Jerusalén y tenían para ella visiones de paz, y no había paz. Pero libraré a unos pocos de la espada, del apetito y de la peste, a fin de que cuenten sus acciones despreciables entre las naciones adonde vayan, y sepan que yo soy el Señor”». Los querubes desplegaron sus alas y se elevaron sobre la tierra ante mis ojos. Junto con ellos partieron también las ruedas y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental del templo del Señor.
Voy a poner los cadáveres de los hijos de Israel enfrente de sus ídolos y esparciré vuestros huesos cerca de vuestros altares. «Hijo de hombre, dirige tu mirada hacia los montes de Israel y presagia sobre ellos. «Hijo de hombre, toma una cuchilla afilada, úsala como navaja de barbero y pásala por tu cabeza y por tu barba. Toma entonces una balanza de precisión y divide en partes el pelo cortado.
| Por eso te arrojé sobre la tierra | y te entregué como espectáculo a los reyes. Por la magnitud de tu comercio | te llenaste de violencia y de pecado. | Por eso te expulsé de la montaña de los dioses | como a un profano, | y te hice desaparecer de entre las piedras de fuego, | querube protector.