El padre y la madre, cuando pequeños, preferían también los pastorcitos nuevos, recién comprados; en este momento, como sus padres en un entonces, desean más a las pequeñas imágenes rotas y desvalidas. Ven en ellas surgir formidables recuerdos de otrora con intensa ternura a medida que se acerca Navidad, y de consumada melancolia en los días que prosiguen al nacimiento del Salvador. Descubrimos, ya que, de qué forma el turrón, golosina navideña -nuevamente el nexo dulce-liturgia-, fue engendro del dolor y no de la alegría.
Bastaría con que el pastor degollase a su propia oveja para encoger el ánimo de cualquier lector; no obstante, Miró, en su empeño por dilatar la catarsis, prosigue en su aguafuerte sanguinolento y atroz. Conmueve la mezcla de dureza de corazón por la parte del pastor y la despacio inocencia con la que la víctima lame los barreños que van a recibir su sangre y distribución el pescozuelo al cuchillo oxidado de su amo. Una vez degollada la res, Sigüenza, anonadado por el espectáculo acabado de presenciar, siente de qué forma su ánimo se abate aún más al ver el juego de unos pequeños que apalean, gritando, la piel hinchada del cuerpo exangüe. A esta negación de la inocencia infantil corresponde una autorrealización inquietante en la sección final. En el momento en que todo esto se lo cuenta al apoderado de su tía, este afirma a Sigüenza que tiene bien asegurado su «descanso», con lo cual el ingenuo se cree rico y afirma no haber codiciado la desaparición de la señora.
Emilia Pardo Bazán, Semana Santa En Sigüenza
Destacó como escritor y por sus profundos entendimientos en distintas ramas del saber.
Se presencian ejemplos del mal de madre y de la codicia y el desamor de los sobrinos hacia los tíos adinerados sin progenie, desfortunios ubicados en el sector viejo de la región donde todavía habitan algunas familias de rancia estirpe. Si vetustas calles mal adoquinadas, una tienda de artículos de iglesia, una cerería, una librería religiosa y el taller imaginero. La propiedad en el sentido sigüencista significa convergencia anímica o sinfronismo total, que nada tiene que ver con legajos ni títulos de propiedad. Vemos, pues, de qué forma la acción catalítica de las experiencias fomenta un programa escencial en el que la imaginación sobrepasa a la realidad. Es un divagar caviloso surgido del enajenamiento de Sigüenza en un microcosmos que embriaga sus sentidos. La mezcla de tacto, color, olor y gusto de unos frutos maduros y copiosos impulsa el ánimo del personaje a una trayectoria que podrá convertirse en un plan de vida.
Castilla La Mácula
Tras una vuelta momentánea al presente, la narración padece una exclusiva dislocación temporal en una visión imaginativo-anticipatoria de Sigüenza. Este visualiza el fracaso del sacerdote en el Provisorato capitalicio y la decepción de los feligreses a su vuelta. Al proyectarse sobre la forma de seguir del alma gemela, sendas existencias quedan sobrepuestas en un significativo e perfecto sinfronismo. En la estación sube un jóven joven a quien afirma adiós una anciana después de haberlo solicitado al «recadero». El jóven, que ha de «hacerse nombre» en Barcelona, contempla con vehemencia la tierra de su niñez y alterna esta visión con la imagen de la viejecita que lo acompañó hasta el andén.
No hay dudas que la superposición de esta visión demiúrgica confiere a la escena costumbrista un tono de reproche. Planta más desigual a la elegancia del almendro que el acanto será difícil de encontrar, mas frente uno se detiene Sigüenza. La solidez de sus hojas adiposas y espinadas contrasta con la transparencia sedeña del árbol que había admirado el personaje principal; sin embargo, Sigüenza lo piensa como parte íntegra de la belleza arquitectónica griega en sus capiteles corintios. La figuración ática lo lleva a recortar dos capullos para adornar su mesa de trabajo. Sigüenza ha fantaseado una imagen del humilde cardo, ilusión que ninguno de los que halla en camino a su aposento está preparado para compartir -todos le alaban sus propiedades medicinales. A la noche, en su mesa de escritorio, el recuerdo del almendro que tantos frutos perdiese con resignación, lo incita en sus inquietudes y el acanto cobra, para él, el esplendor de su progenie tradicional.
Creador
Acto seguido, ataca a los nobles gallegos del sur, que resisten merced al apoyo del conde de Traba y de la condesa Teresa. A los lectores de estas páginas el personaje de Pedro González de León en su estancia en la localidad de Sigüenza va resultando familiar, pese a las grandes lagunas que contamos sobre exactamente el mismo. En estas averiguaciones sobre hechos que tuvieron aproximadamente importancia en su vida ofrecemos la transcripción parcial de un desarrollo en la que nuestro personaje figura como acusado. No tenía que ver con un desarrollo civil, al que nuestro personaje, por su actividad económica, estaba más que habituado. En un caso así era en frente de un tribunal ideológico, como és era el Santurrón Oficio, asimismo conocido como Inquisición. A pesar de ser la acusación y la pena mínimas, pienso que merece la pena reproducirlo.
Esta, consabido es, se forma en la primera obra no repudiada por su creador (tanto La mujer de Ojeda como Hilván de escenas están excluidas de las Obras completas). El último libro publicado en vida, y acaso el mucho más confesional, maduro y ejemplar, por Miró es Años y leguas . En él la existencia de Sigüenza se conjuga con la savia del paisaje alicantino en un alegato muy cercano a la autobiografía espiritual.
Los dos nacimientos -literario y familiar- guardan una significancia inestimable para el escritor y el hombre que fue Gabriel Miró. Ser retraído y familiar, Miró deseó y resguardó a su mujer e hijas -Clemencia, la menor, nació el 30 de diciembre de con ternura admirable que con el tiempo abrigó también a los seres amados por estas. El personaje Sigüenza fue igualmente allegado a Miró, ya que con él convivió durante toda su producción literaria desde esta fecha temprana. Sigüenza, indeciso de naturaleza, no sabe si la criatura sanará o no, pero al presenciar la escena en la cual dos comadres mienten y desmienten su gravedad, casi está seguro de su muerte, alucinado una vez más por los ecos de las figuras «horribles». Pasa un día y el caballero despierta por un cencerro de buey, que a él se le antoja «esquila» portadora de visiones rurales. En un estado de duermevela el héroe huele y oye árboles frondosos, en el momento en que de todos modos no son mucho más que una yunta de bueyes cargados de materiales para una obra cercana.
La tarea que debieran desempeñar los Progenitores, con la intención de alcanzar para los pequeños una educación justa y amable, la malgastan en penas y castigos que infunden angustia y odio en el ánimo de sus internados. La publicación del Libro de Sigüenza pasó casi inadvertida en la turbamulta surgida en torno al primero y segundo tomos de las Figuras de la Pasión del Señor, al encarcelamiento del Sr. Pensando encontrarse fuera del centro del mundillo literario editorial español quizás indujese de nuevo a Miró a alterar su casa a La capital española; con esto enmendando en parte algunas de las desidias enfrentadas por sus obras, que hasta ahora habían sido editadas en su mayor parte en Alicante y Barcelona. Desde un criterio rigurosamente editorial, Madrid hubiera sido su destino, como entendemos, antes de Barcelona.