Y el turismo funcionaba merced a “la Kaaba”, que era el recinto sagrado en donde vivían los dioses. Eso fue lo que provocó que Mahoma comience a ser perseguido al igual que sus fieles. La singularidad de Mahoma, que es tributario del monoteísmo judío, cuyo enorme relato está contenido en la Biblia hebrea, no estriba en una nueva aportación teológica, sino en una adaptación de la Biblia a los árabes. Y si algo peculiar lo caracteriza es el sesgo que normaliza el odio y el homicidio político como parte integrante de la religión, en un momento histórico en que el cristianismo como el judaísmo rabínico habían evolucionado en la dirección opuesta, mucho más pacífica. El Mahoma profeta tiene todos y cada uno de los derechos sobre sus esclavas y prerrogativas con respecto a las mujeres creyentes, si desea tomarlas por esposas (Corán 90/33,50). El profeta se arroga regalías en el reparto del botín de guerra y las convierte en norma para sus sucesores (Corán 88/8,1; 88/8,41; 101/59,6-7).
Fue en Medina donde Mahoma decretó, incluyéndolas en el Corán, las leyes exactas —más que nada referido al matrimonio y la herencia— que hasta hoy rigen la vida de gran parte de las sociedades islámicas. El considerado primer califa, Omar, fue el artífice de la conquista sarracena de Jerusalén, donde en seguida edificó un santuario y restableció el culto en el monte del Templo, como requerían las opiniones mesianistas. Esperaban que allí aconteciera la manifestación del Mesías, pero próximamente comprobaron su incomparecencia, lo que causó una grave disonancia entre la promesa y la experiencia. Con lo que parece, los esfuerzos por superar el trauma de esta discordancia tuvieron como resultado que los árabes rompieran con sus socios nazarenos, olvidaran la venida del Mesías y silenciaran el molesto recuerdo de Mahoma, el predicador escatológico.
Predicó también una promesa de paraíso muy acorde con el sensualismo y el aspecto guerrero de los pueblos orientales. Mahoma se vio obligado a escapar de La Meca y a resguardarse en Medina, cuya población sí había aceptado el islamismo. El año de la escapada de Mahoma, la hégira, ha servido después como punto de partida para la era cronológica de los musulmanes. Crecido ya el número de adeptos, Mahoma volvió a La Meca y la conquistó, declarándola luego ciudad santa.
Por exactamente el mismo trámite, consagra sus privilegios en lo relativo a las mujeres, las riquezas, los honores y el poder absoluto, como haría cualquier déspota oriental, sin que a los creyentes les parezca nada extraño. Para mayor ironía, lo que se puede probar históricamente es todo lo contrario, como se va a ver en el próximo capítulo. Según Dan Gibson, La Meca de hoy no existía, pues no hay ni rastro de ella en documentos escritos o mapas.
Por Contra, Ser Profeta En La Situacion De Mahoma Próximamente Se
Aquí se yergue una figura dotada de poder en primera persona, que, además de esto, por el momento no se limita a predicar a los árabes, sino interpela a los judíos. En definitiva, la tradición musulmana exaltó a Mahoma muy sobre lo que él mismo y sus primeros seguidores hubiesen soñado nunca. Lo invistió como profeta mesiánico, lo convirtió en un personaje mítico de semejantes vuelos que retroactuó sobre el planeta semiótico del Corán, inscribiéndose en su núcleo kerigmático, hasta el punto de que todo el sistema quedó mahometizado. Según ciertos autores, el instante de recuperación de la figura del predicador y caudillo militar, reconvertido en enorme profeta, hay que situarlo en la temporada del califa Abd Al-Malik, después de su victoria sobre el anticalifa Al-Zubair . Solo desde entonces, Mahoma fue santificado, alto a la apoteosis como un enorme profeta.
Con lo que el buen Mahoma, con esta constitución, centralizó la justicia y reunió los clanes en una federación con objetivos y derechos en común. La multitud al fin tenía claro qué pasaba en el momento en que se cometía un delito y se procuró el objetivo de las guerras internas, para defenderse de asaltos de otros lados . Pues en este momento, si lo atacaban iba a ser defendido por todas y cada una de las fuerzas de Medina.
Existencia De Un Personaje Histórico Detrás De La Figura Del Mahoma De La Fe
A lo largo de su milenio de vida, el Imperio fue un bastión del cristianismo, e impidió el avance del Islam hacia Europa Occidental. Fue uno de los más importantes centros comerciales del mundo, estableciendo una moneda de oro estable que circuló por toda el área mediterránea. Influyó de modo determinante en las leyes, los sistemas políticos y las prácticas de una gran parte de Europa y de Oriente Medio, y gracias a él se preservaron y transmitieron muchas de las proyectos literarias y científicas del mundo clásico y de otras culturas. Fundador de la religión islámica o musulmana, Mahoma (o Muhammad en árabe), nació en La Meca (Arabia Saudita) hacia el año 571 d.C. Hijo de ilustre familia, quedó huérfano siendo aún niño, y fue educado por su tío Abu Taleb. Su juventud estuvo marcada por la pobreza, fue cuidador de camellos y realizó otras bajas ocupaciones.
La noción de «profeta», en el Corán, no equivale del todo al término del profeta bíblico. Por norma general, la Biblia no ubica a los profetas en el poder, sino en actitud crítica frente al poder político. Hubo ciertas excepciones, como Elías y Eliseo, en el siglo IX a. C., que guerrearon y derrocaron una dinastía para imponer otra. Pero lo típico es que los grandes profetas brinden una resistencia no violenta a los abusos de poder, como hicieron Isaías, Jeremías, Ezequiel o Daniel. No sorprende que a ninguno de estos últimos se los mencione en el Corán, mientras que allí son relevantes las figuras de Elías (Corán 55/6,85; 56/37,123; con alusiones en otros pasajes, como la sura 74) y Eliseo (Corán 38/38,48; 55/6,86).
Para Toda Sensibilidad Que No Sea Musulmana
Se recopilaron y elaboraron los relatos de sus peleas, prendidos a los versículos de sus revelaciones. Los escribas al servicio califal elaboraron una exclusiva profetología, que incorporaba a Mahoma como un reciente elemento doctrinal, necesario para la salvación en el sentido del islamismo. Todo lo mencionado en virtud de la creencia en que solo en él se comunica la plena revelación.
«Pero os vino un anunciador y un advertidor» (Corán 112/5,19). «Yo no soy más que un advertidor y un anunciador para las gentes que creen» (Corán 39/7,188). Todo semeja señalar que el centro del culto musulmán primitivo estaba, no en La Meca, sino más bien precisamente en Jerusalén, donde luego se erigieron el Domo de la Roca y el santuario de Al-Aqsa. Para resumir, de ese supuesto comercio internacional mequí no hay novedad en ningún archivo griego, latino, copto, arameo o siríaco.
El Libro De Alá La Esclava Y Las Cabras Han De Ser Devueltas, A Tu Hijo Hay Que
Todo este desarrollo se puso en marcha a juzgar por la proviene de Mahoma, desde el proyecto de guerra milenarista predicado en los años de La Meca, hasta su puesta en práctica en los años de Medina. Esta transformación explica el doble mensaje que encuentran en el Corán ciertos autores (cfr. Elorza 2008), incluidos pensadores musulmanes, como el teólogo sudanés Mahmud Muhammad Taha (cfr. Aldeeb 2018). Pero, no parece convincente que sean 2 mensajes, sino sencillamente la teoría y la práctica de un único mensaje mesiánico-milenarista desarrollandose. No obstante, más atrayente aún que el número es saber con qué se asocian las menciones a Mahoma, esto es, qué caracteriza aquí la actuación del profeta. Pues, si el calificativo no se la adjudica de antemano, se sabe que solo se le entrega la categoría de profeta tras la hégira, o sea, en la época del profeta armado.
Abasíes No Es Siempre Falsificar La Historia, Sino Más Bien \’Producir Un Pasado
Era común encontrarlo meditando en una de las cuevas que estaba camino a La Meca. Según cuenta la leyenda, en una de esas largas noches de meditación, Mahoma con 40 años de edad tuvo una visión del ángel Gabriel, quien le dijo que debía memorizar y recitar algunos versos que le había enviado Dios. Todos esos parágrafos fueron escritos sin modificación en el Corán, que es hoy en dia el libro sagrado de la religión musulmana. Algunas historias resultan un poco hiperbólicas, como las que afirman que «un profeta tiene la potencia de 40 hombres, y Mahoma tenía la potencia de 40 profetas». El discurso hagiográfico clásico mantiene que mantenía relaciones con sus esposas por riguroso turno, cada noche con una. La evolución de Mahoma y sus seguidores en la dirección reseñada conseguía legitimarse en virtud de la fe en que tenía que ver con la realización efectiva de lo que, en el plano imaginario, se anunciaba como el reino del Mesías.