Tanto España como el Reino Unido entendieron que México no podía realizar la demanda por falta de fondos; y dando media vuelta, retornarían a sus casas. Sin embargo, Napoleón III no aceptó las excusas del mandatario, así que en forma de excusa decidió intervenir militarmente el país ; pues por supuesto no había enviado a sus tropas en balde. De esta manera ordenó a sus hombres desplegarse en la república; ya que para el Emperador aquella situación bien podía representar la resurrección del esplendor napoleónico. Muy alertado, Napoleón III convocó al Imperio británicp y a España, asimismo muy damnificados a nivel económico a causa de esa cruenta guerra civil mexicana. Las tres naciones se reunirían en Londres para conformar una coalición tripartita , a través de la cual intentarían presionar, aunque sin éxito, al nuevo gobierno de Juárez el pago por los daños. Entretanto, cada nuevo combate agotaba a los asediados en Querétaro; la República de pie hacía afluir al cerco batallones tras batallones; si hubiese tenido elementos y armas, tal como en aquellos momentos contaba, en todo el campo del país, con cien mil hombres quizás, hubiese podido disponer de doscientos mil combatientes.
Forey, militar mediocre, imperialista furibundo, hombre ceremoniosamente estúpido, candoroso y decorativo, había venido a regentar el movimiento, provisto de una carta de Napoleón, en que hablaba de la necesidad de poner un hasta aquí a la preponderancia angloamericana en nuestro Conjunto de naciones, de su resolución de respetar la independencia del pueblo mexicano para formarse y de mantener sanos los derechos de cuantos legalmente hubieran adquirido bienes nacionalizados. Este propósito era la sentencia de muerte del partido reaccionario y hacía inútil la intervención; esa especie de contradicción esencial entre la decisión de respetar la Reforma y la de eliminar al gobierno, cuya razón de ser era la Reforma, bastaba para realizar de la tentativa napoleónica un aborto. Hubo días en que la situación del país tomó un carácter atroz; la guerra civil aceptó un aspecto de rabia y exasperación indecibles.
Banderas Olvidadas El Ejército Español En Las Guerras De Emancipación
La invasión comenzó sin accidentes, con las tropas españolas y francesas entrando en territorio luso hasta su capital, Lisboa, el 30 de noviembre de ese 1807. El día previo la familia real portuguesa, encabezada por el Príncipe Regente, futuro Juan VI, escapó hacia tierras brasileiras donde quedaría fijada la Corte. Los restos de Maximiliano fueron embalsamados y trasladados a la ciudad más importante mexicana, donde fueron exhibidos en el convento de San Andrés. Tiempo después, el cuerpo fue trasladado nuevamente a su patria de origen, Austria, misión que se hizo cargo al almirante Wilhem von Tegetthoff y se realizó en la fragata Novafra, la misma que había traído a Maximiliano a México en 1864.
No en balde, la historiografía marca el ciclo revolucionario como división entre Edad Moderna y Moderna, entre la del absolutismo y la de la igualdad. Los ecos de la Revolución favorecieron interfaces liberales que, en un instante u otro del siglo XIX, manifestaron sus reivindicaciones. La ideología fraternal de la Revolución se dejó sentir con su fuerza en el tratamiento de la gente por parte de la ley. Esta realidad socio económica tuvo su expresión política primordial en la constitución de asambleas de representantes. Los ciudadanos, mediante selecciones, delegaban libremente su cuota de poder público en miembros del congreso de los diputados que abogaban por sus intereses.
Este Daguerrotipo De 1853 Exhibe A Quien Fue Presidente De México Múltiples Veces, El General Antonio López De Santa Anna
Sostener una guerra tan prolongada con una capacidad militar de la entidad de la Francia napoleónica, tuvo un coste muy elevado para España. Pese a la asistencia militar y económica de Gran Bretaña, el país se endeudó hasta cotas impensables. Y sucede que, hacia 1815, la deuda de España multiplicaba por veinte los capital del Estado. Y si bien el Ejército mexicano derrotaría con honor a las fuerzas del Emperador durante la batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862 , no pudieron resistir al último despliegue; entregando la plaza el 17 de ese mismo mes. Tres meses después de su llegada, debido a que le habían abierto y limpiado el campo treinta mil franceses y veinte mil infidentes, ha podido Maximiliano recorrer triunfalmente el Interior; todos los tibios se volvieron a él, cuantos habían perdido la esperanza se le acercaban; cuantos se le aproximaban, quedaban seducidos por su liberalismo, por su risueña benevolencia. Celebró el 16 de septiembre en Dolores, rindiendo tan profundo homenaje a los progenitores de la patria, que muchos buenos mexicanos quedaron fascinados.
Pero las intenciones de los franceses no solo implicaban la invasión de Portugal, ya que Napoleón pretendía ocupar toda la península ibérica. La suprema indestructibilidad de este hecho entró por tal modo en el ánimo de todos, que la República, viendo frente ella, en sus enemigos, individuos aproximadamente responsables, pero todos resignados y conformes, puesto que los partidos habían muerto, sin promesa de resurrección, pudo ser clemente y hacerse intérprete de un deseo infinito de olvido y de paz, que predominaba en el corazón del pueblo, y comprendió que la justicia, frente tanto error, frente tanta culpa voluntaria y también involuntaria, era la clemencia, era la equidad. En el tercer mes del año se embarcó el último batallón francés en Veracruz; la bandera francesa, oscurecida, iba de la catástrofe de aquí a la catástrofe de allá. Sobre estas líneas se muestra el plan listo por la expedición francesa para el ataque a la ciudad mexicana de Veracruz que se consumaría en el mes de diciembre de 1838. El lugar del régimen republicano en 1792 había abolido los privilegios de casta imperantes desde la Edad Media.
Para llegar hasta Portugal el ejército francés debía cruzar la península ibérica y Napoleón logró el permiso de España para que sus tropas cruzaran el país al firmar con el válido del rey Carlos IV, Manuel Godoy, el Tratado de Fontainebleau. Para colmo de males, la guerra fue terreno abonado para los saqueos, en los que participaron los soldados franceses y británicos. En este sentido, las tropas napoleónicas llevaron a cabo un importante expolio del bien común español. Sin embargo, el cambio que querían instaurar los franceses en España se halló con un gran rechazo.
En el campo administrativo, ahora en 1790 se había reordenado el territorio en un centenar de departamentos que barrieron la vieja división en señoríos. Los departamentos estaban regidos por un consejo general y un presidente, 2 títulos de resonancias republicanas. En la era napoleónica –o de la consolidación revolucionaria– sumaron a su organigrama un prefecto. Era un encargado del gobierno central, que así cohesionaba el tejido burocrático del país, radial y con eje en la ciudad más importante. Con ello, en La capital española empezaron a correr rumores de que Napoleón iba a restituir a Carlos IV como rey, lo que aumentó todavía mucho más el descontento del pueblo contra los franceses por su posición de poder en el país y por la creencia de que iban a volver a poner a un rey no amado. Tras perder la corona, Carlos IV escribió a Napoleón pidiéndole ayuda para recuperar el trono.
Afines A Segunda Intervención Francesa Y República Restaurada
Otras fórmulas que empleó el gobierno del rey José I fueron los empréstitos y la venta de bienes nacionales. En verdad, la venta de los bienes en propiedad de las órdenes religiosas y militares supusieron una esencial fuente de ingresos para la administración de José I. La Francia de finales del siglo XVIII atravesaba profundos cambios políticos, económicos y sociales. La Revolución francesa y la ejecución del monarca francés Luís XVI brindaron paso a una exclusiva etapa.
La Junta Provisional de Gobierno pensó entonces en ofrecerle el trono a Fernando Maximiliano de Habsburgo. La comitiva mexicana encargada de llevarle la novedad al duque austriaco, conformada por un nutrido grupo de conservadores y eclesiásticos, llegó a su lugar de residencia en Trieste en el mes de octubre de este año, y en el mes de febrero del año siguiente, Maximiliano de Habsburgo aceptó transformarse en emperador de México. De esta forma quedó constituido el a la postre efímero Segundo Imperio mexicano, un ente subordinado al Segundo Imperio francés. El flamante emperador no llegó a su nuevo país hasta el día 28 de mayo y, para sorpresa de los conservadores, desde el comienzo llevó una política apuntada a granjearse el apoyo de los liberales.
Estas cámaras, lo mismo que sus homólogas en USA, fueron los primeros antecedentes modernos de los presentes parlamentos democráticos. De este modo, la antigua estructura de la sociedad, vertical y atasca, dio paso aun activo esquema horizontal, donde alguno podía entrar a los cargos públicos y a la propiedad. El país galo, donde las tierras y las riquezas próximamente estuvieron repartidas entre muchos más sucesos que poco antes, se convirtió en el europeo con mayor cantidad de pequeños dueños. Tras esta abdicación llegaron las de Carlos IV en favor del hermano de Napoleón Bonaparte, José Bonaparte, y las renuncias del hermano de Carlos IV de Borbón y de sus otros hijos, María Luisa y el infante Francisco de Paula, a su derecho a la corona.