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Cómo Fue La Guerra De Trincheras En La Primera Guerra Mundial

Estos jóvenes soldados que salieron de las estaciones de trenes persuadidos, no tardaron en sentirse embaucados por quiénes en un chato y al calor de las comodidades habían incitado el conflicto bélico. Sin duda, el gas mostaza era el mucho más inquietante, no era mortal pero los combatientes quedaban desconcertados e incapaces para batallar y defenderse. El fusil con bayoneta, su arma principal, era una hoja larga y punzante usada en la colisión cuerpo a cuerpo. En el momento en que no se hallaban en la primera línea del frente, se aplicaban afanosamente en la reparación de las antiguas trincheras y el montaje de novedosas.

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Obviamente, había que materializarlo en la penumbra, con menos visión para las ametralladoras y francotiradores. Con estas líneas, el contendiente lo tenía prácticamente imposible para avanzar, pero mantenerse en las trincheras, conllevaba resistir vicisitudes descomunales y adversidades inenarrables. Perceptiblemente, la semblanza de millones de jóvenes de europa han quedado eclipsadas. Allí, en las cavidades del lote quebradizo, ciertos franquearon 4 inacabables años rodeado de fango, ratas y extintos. En el momento en que en las postrimerías de 1914 apenas existía esperanza de ofrecer por consumada la contienda, en pocas semanas, las tropas comenzaron a cavar el que sería su cobijo y, quizás, su fosa.

Verdegem estima que ha excavado los restos de unos 200 soldados. Verdegem es el especialista en la Primera Guerra Mundial de la compañía belga de arqueología comercial Ruben Willaert. Últimamente, tuvo la posibilidad de ver un sistema de trincheras colosal en Wijtschate, una ciudad junto a la cordillera de Messines a las afueras de Ypres, durante un reciente proyecto arqueológico llamado Dig Hill 80. «Descubres muchos artefactos que desvelan las historias personales de los soldados que de lo contrario no saldrían a la luz y que les aportan humanidad», cuenta el arqueólogo.

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Los soldados no se enfrentaban físicamente al enemigo sino aguardaban en la trinchera como conejos asustados en una madriguera, esperando de que llegara el fusil o el obús que los destrozaba verdaderamente o que lo hacía con el que luchaba al costado. Varios soldados afectados por el shock de trinchera (\’shell shock\’) se quedaban inmóviles sin poder reaccionar al ver que el compañero se convertía en una mezcla informe de fango y sangre. Y auténtico pavor se desataba en el momento en que sonaba el silbato que ordenaba que había que saltar de la trinchera y salir a la tierra de absolutamente nadie mientras que el enemigo lanzaba sus proyectiles contra todo lo que se moviese.

Una vez ocupadas, se priorizaba el cometido de mantener y proteger las posiciones y no se entraba en acción, a no ser que fuera ineludible. Ni mucho menos, Alemania, Francia y Gran Bretaña sopesaron que una guerra de trincheras se llevase a término, pero la imposibilidad de superar al contrincante apuntalado en un sistema defensivo, se conservó prácticamente intacto hasta 1918. La guerra del Marne , que tuvo lugar en septiembre de 1914, supuso un punto de cambio en la Primera Guerra Mundial y frenó el progreso alemán sobre territorio galo en un instante crítico. El compañero que marcha enfrente desaparece a cada instante en una revuelta. Los que vienen detrás jadean y charlan invisibles, debiendo apresurar el paso para no perderse. En ciertos sitios hacemos prominente para reconcentrarnos y contarnos, por temor a que alguien se extravíe en una galería transversal.

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Desde su emplazamiento, salvaguardados con sacos terreros y alambradas, descargaban sus fusiles mientras recibían el fuego del contrincante. La Primera Guerra Mundial dejó a la raza humana hechuras de cataclismo y desolación, empañadas en los más diversos escenarios y contextos. Sin soslayar, que el retrato que mejor lo representa, es la consternación habida en sus dimensiones en las trincheras. Operación en la cual los aliados intentan aligerar la presión sobre Verdún. La batalla acaba alargándose hasta noviembre y hace centenares de miles de bajas.

Los hombres eran destinados al frente, dejando vacantes puestos de trabajo industriales estratégicos y precisos que se debían reponer. Esto se probó en la moda, con vestidos cortos y mucho más ligeros; asimismo en las prácticas, menos estrictas. Las mujeres empezaron a opinar, conducir, fumar públicamente, acudir solas a bares y restaurantes…

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A su vez, como la comida se preparaba en las líneas posteriores, acostumbraba a llegar adelante fría y llena de mugre . Pero, a pesar de ello, era lo poco que podían llevarse a la boca, y se lo metían entre pecho y espalda en espera de los asaltos contrarios (los que solían sucederse al amanecer o al caer la noche ). Las causas de la neurosis de combate habría que explicarlas por las peculiaridades que imponía esta guerra con sus nuevos disfraces de muerte.

En la primera línea, famosa como “trinchera de frente”, se atinaban los soldados que luchaban, pero en la retaguardia había un sinfín de galerías que se comunicaban con los comedores, hospitales, almacenes, etc. Cada trinchera tenía una asignación propia para sortear las confusiones en su desplazamiento y algunas eran tan angostas, que demandaba a los soldados moverse de lado o arrastrarse por la área. Letrero donde se sintetiza, de manera gráfica, las pérdidas sufridas por la marina mercante española entre el 15 de agosto de 1915 y el 20 de mayo de 1918 a manos de los submarinos alemanes.

[…] El mal era un martirio, como el de los hombres atados a haces de leña encendidos». La trinchera era, según ciertos supervivientes, un infierno sobre la tierra. Durante los primeros días de lucha, en expresiones de Garvi, su construcción fue más que insuficiente. «Durante los inicios de la Primera Guerra Mundial no existía una experiencia previa que les permitiese edificarlas.

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Es posible que la arqueología de la Primera Guerra Mundial difiera más de la arqueología de periodos anteriores por dado que las familias vivas aún se ven impactadas por los descubrimientos de las trincheras. Los arqueólogos de Wieltje hallaron más botas de goma para trincheras que botas de soldado normales. Las excavaciones de otras redes de trincheras en Bélgica ponen de manifiesto que los soldados empleaban paja, escombros, tejas y puertas para evitar que sus pies se hundieran en la ciénaga. «Puedes leer todos los manuales que desees de la Primera Guerra Mundial sobre cómo excavar trincheras, pero si empleas la arqueología, verás la realidad de la guerra de trincheras sobre el lote», añade Stichelbaut. La arqueología de la Primera Guerra Mundial ha ayudado a los académicos a comprender de qué manera improvisaban los soldados la construcción de las trincheras para lidiar con las condiciones duras. Las imágenes aéreas pueden guiar las excavaciones y, en el momento en que los arqueólogos excavan, se dan cuenta aspectos olvidados de la experiencia diaria de los soldados.