No participó en ningún movimiento de resistencia al régimen, si bien poco a poco iría apoyando intelectualmente la restauración monárquica por medio de don Juan -padre de Juan Carlos I-. Por consiguiente, la Guerra Civil de 1936 no es el eje de la crisis política de españa del siglo xx, sino más bien la consecuencia de esos trece años mal dirigidos y administrados, lo que forma una tesis más comprensiva, analítica y, sobre todo, menos cainita que la llamada «memoria histórica». La historia de España entre 1923 y 1936 es la de una transición errada a la democracia. Ni los monárquicos reformistas ni los republicanos fueron capaces de consolidar un régimen parlamentario y democrático inclusivo, que garantizase, en paz y estabilidad, las libertades y los derechos de los españoles.
Catedrático de Instituto y profesor de Historia Moderna de la UNED, fue diputado en las Cortes en la V, VI y VII legislaturas. Las preocupaciones del conde de Romanones como presidente se concentraron en los asuntos de todo el mundo. Ocupó la alcaldía por segunda vez de octubre de 1897 a marzo de 1899, un período en el que afrontó con bastante fortuna la escasez en el suministro de pan, la carencia de trabajo en mitad de una crisis económica y el arreglo de la deuda municipal. Todo ello le valió además el nombramiento de alcalde de la ciudad más importante, que gozó entre marzo de 1894 y marzo de 1895, cuando logró subir la recaudación fiscal para reducir el déficit y nutrir una extensa clientela política con los elementos del consistorio. Desde ese momento figuró en las filas del Partido Liberal Fusionista, donde lo apadrinaba entre los visibles mucho más importantes de la formación, Manuel Alonso Martínez, transformado en su suegro en ese mismo año, merced a su favorable boda con Casilda Alonso-Martínez Martín.
Al estallar la Guerra Civil de españa está en San Sebastián, lugar desde el que consigue pasar a Francia, y de allí a la zona nacional. En noviembre de 1936 llevó a cabo una inútil y tardía gestión para dejar en libertad a José Antonio Primo de Rivera. Ocupó el cargo de presidente de la Real Academia de Hermosas Artes de San Fernando y del Patronato del Museo del Prado. Miembro de la Comisión sobre la Ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936, constituida en 1938. Hijo del marqués de Villamejor, uno de los hombres más ricos de su época.
Biografías Que Citan A Este Personaje
Sus inversiones en el Sindicato Español de las Minas del Rif suscitaron la demanda de quienes, desde las filas republicanas y socialistas, veían en África un conflicto impopular que sólo convenía a los capitalistas. La muerte de Sagasta en 1903 abrió un periodo de turbulencias en el Partido Liberal, sumido en una interminable pugna por la jefatura que malogró su siguiente turno en el Ejecutivo, entre 1905 y 1907. Romanones tomó parte muy activa en estas batallas, alineado al comienzo con las huestes de Segismundo Moret y enfrentado, por consiguiente, con las de otros aspirantes como Eugenio Montero Ríos y José Canalejas, si bien después enarbolase la bandera de su independencia política. Le respaldaban su clientela, sus escaramuzas parlamentarias con los conservadores y sus buenas relaciones con el joven rey Alfonso XIII, apuntaladas por los vínculos cortesanos de su familia y por aficiones recurrentes como la caza. Además, el conde había orquestado los festejos de la jura de la Constitución por parte del Monarca en 1902. También, Figueroa sacó a la calle en 1903 un nuevo órgano de prensa, el Diario Universal, que sirvió de representante al romanonismo hasta los años treinta.
Continuó con su actividad política como diputado por Guadalajara, reelegido en 1933 y 1936, y defendió a Alfonso XIII cuando fue acusado en las Cortes Constituyentes. Fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid y poco después diputado a Cortes por Guadalajara. Tres años después pasó a formar parte del Gobierno como ministro de Instrucción Pública y Preciosas Artes, de Fomento en 1905 y, posteriormente, se hizo cargo de las carteras de Felicidad, Justicia y Gobernación. Se mostró partidario de intervenir en la Primera Guerra Mundial a la vera de los aliados. Cuando ya no resultó viable la concentración multipartidista, el conde de Romanones prosiguió resistiéndose a reflotar el momento.
Romanones, opuesto a cualquier turno, se mostró muy reacio a reconstruir la unidad liberal y prefirió apuntalar otras elecciones minoritarias o de distintos colores como las que acaudillaba Antonio Maura, si bien fuera al precio de avalar una política de extrema derecha. Entretanto, dedicó tiempo a pensar sobre los males de las Fuerzas Armadas españolas, en su libro El Ejército y la política , y fue elegido presidente del Ateneo de La capital española en 1921. Sólo accedió a coligarse con las otras facciones liberales cuando el atemperamiento de la guerra social y de las injerencias militares despejó su vuelta al poder, en diciembre de 1922. El conde no creía en la necesidad de este paso, que de todos modos evitaron ofrecer los gobernantes liberales. Al abrirse el Parlamento fue alto a la presidencia del Senado, desde la que trabajó para ofrecer una salida parlamentaria a la depuración de responsabilidades por el Desastre de Annual, la terrible derrota militar sufrida en Marruecos dos años antes y cuyas salpicaduras amenazaban con lograr al Rey. Más allá de todo, retornó al Gabinete poco después, bajo la presidencia del demócrata José López Domínguez, como ministro de Felicidad y Justicia de julio a noviembre de 1906.
Conde De Romanones
En sus memorias, recordó que en esa época las mamás se quedaban en la cama para atender a los invitados después de la ceremonia. “Aunque ya me había recuperado del parto y había vuelto a montar a caballo y a hacer vida habitual, debí ponerme la mañanita de encaje y satén que me había regalado mi marido para la ocasión y quedarme en cama, recibiendo a la familia”. Ya en su tiempo, Álvaro Figueroa y Torres fue carne para el cañón de la ira de sus contrincantes. Y, en cierta manera, sigue siéndolo el día de hoy para los historiadores de izquierdas y derechas. Sólo así se enseña que un alcalde de Madrid, notable escritor y tres veces presidente del Gobierno no tuviese biografía publicada 70 años tras su muerte. Nuevamente se le confió la tarea de conformar gabinete en 1919.
Romanones fue uno de los grandes inversores en el protectorado español de Marruecos, una vez se conoció la existencia allí de yacimientos de hierro. Se convirtió, junto a la familia Güell, en uno de los más importantes accionistas de la Compañía Española de Minas del Rif. Asimismo invirtió cuantiosas sumas en el tendido ferroviario, en plena expansión en aquellos años. Pero si Álvaro de Figueroa es un líder del caciquismo, no lo es menos del prototipo del magnate. Heredó de su familia parte de sus bienes, pero más que nada amasó su fortuna con su participación en negocios de altos vuelos, negocios en los que la política se daba la mano con los agentes económicos.
El Conde De Romanones
Barcelona se convirtió en escenario de combates, y el pistolerismo fue una triste realidad. Se cometieron varios homicidos, tanto de patronos como de líderes obreros. Romanones trató de enfrentarse a la conflictividad social haciendo algunas concesiones a los trabajadores, como la jornada de trabajo de ocho horas, una vieja aspiración del movimiento obrero. No fue suficiente para frenar el descontento, y el gobierno cayó en el mes de abril de 1919. Su autoría fue próximamente famosa y ocasionó un extenso malestar entre la mayoría de la aristocracia y la clase política.
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Durante 1916 aumentaron las presiones francobritánicas a fin de que España desempeñase un papel más activo, pero el conde no se resolvió a abandonar la posición oficial y prefirió cumplir los deseos de Alfonso XIII con el objetivo de mediar entre los beligerantes. Sin embargo, el repetido hundimiento de barcos españoles por parte de submarinos alemanes tensó de enorme manera la situación. La prensa germanófila, pagada por las embajadas de los imperios centrales, lanzó una combativa campaña contra Romanones en la que le acusaban de contrabando de minerales. Las críticas contra los defectos del sistema político de la Restauración se aguzaron a consecuencia de la derrota de España en la guerra colonial con los USA de 1898, el llamado Desastre. Cundió entonces una gran urgencia por renovar la vida pública española y el conde de Romanones, como otros liberales, compartió a su modo esa necesidad de reformas.
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Ella lo hizo y lo convenció para que explotaran sus tierras. El estruendo de los camiones de bomberos despertó a los vecinos de un edificio de la calle 68 y Park Avenue en Novedosa York. Aquella fría mañana de febrero de 1988 se desató un incendio en el sótano del inmueble y la policía tuvo que desalojarlo. A Aline Griffith, la célebre exespía de la CIA y condesa de Romanones, la sacaron de la ducha, la obligaron a ponerse un albornoz y a bajar a la helada calle. Le dijeron que no volviera hasta el día siguiente por el hecho de que habían cortado el suministro de electricidad y gas.
Álvaro de Figueroa y Torres, quinto hijo de los marqueses de Villamejor, pertenecía a una familia que aunaba riqueza y prestigio popular. Su padre, Ignacio de Figueroa y Mendieta, tenía una gran fortuna procedente de negocios mineros en el sur de España y de inversiones inmobiliarias en Madrid; su madre, Ana de Torres y Romo, aportaba tierras, abolengo aristocrático e influencia local en Guadalajara. Una temprana cojera, causa de dolores y humillaciones, sirvió de acicate al inquieto Figueroa para trabajar con ahínco por los objetivos que se marcaba. Tras estos vicios, veía Figueroa el ineludible egoísmo de los hombres, empeñados en una pelea incesante por el poder, y la persistencia de prácticas bien difíciles de editar.