Y es que cuando crees conocerlo todo de la gente que te rodean, en ocasiones lo malvado está más cerca de lo que pensamos. Es una novela bien redactada que nos ofrece detalle de como era Víctor Frankenstein, Es recomendable leer la novela completa puesto que es bien interesante la historia.
Pero, en un largo plazo, las patrañas terminan siendo desveladas y, tras ciertos indicios, las dos mujeres lo desenmascaran. A diferencia de las situaciones de adaptaciones literarias, no posee bastante sentido comparar las diferentes versiones que el cine hace de un hecho cuando la materia prima para el guión es exactamente la misma situación. Ello es así porque la literatura ahora forma una forma artística, mientras los hechos históricos -y mucho más el caso que nos ocupa- por muy importantes o sorprendentes que sean, no tienen siempre esquemas dramáticos trasladables de forma directa al cine. Todo esto viene a cuento de las tres películas -El empleo del tiempo , El adversario (Nicole García) y ésta que mencionamos- que coinciden esta temporada sobre la situacion de Jean Claude Romand, un tipo que llevó durante muchos años una doble vida, tejiendo una enorme impostura sobre su trabajo y sus actividades, y terminó asesinando a su familia. Pero donde la película alcanza mayor entidad -y que la transforma en un título notable en su género- es en el momento en que aborda el drama preciso de los padres de familia convertidos en héroes sociales a su pesar con el objetivo de sobrevivir materialmente al horizonte del paro. Secuencias como la reunión de la peña leonesa, la visita al parque temático o la filmación doméstica de entre los trabajadores contienen una emoción, y humor, que hacen que el espectador participe de esas vidas considerablemente más que a través del análisis sociolaboral.
“15”, Una Novela Gráfica Que Cuenta Un Hecho Real Ocurrido Durante La Guerra Civil Española
Hecho desde dentro, desde su propia raíz y por ende vinculado a exactamente la misma vanguardia revolucionaria que no exime al realizador de su compromiso (histórico) en la acción cotidiana. Desenmascarando la noción de vanguardia (política y artística) que descarta a las masas y se crea “fuera” de su pelea misma». Lo de menos en esta obra de cámara, sencilla pero no fácil, bastante poco inusual en el cine español, es el resultado del plan donjuanesco. Por debajo de este, lo que interesa es de qué manera una pareja estable y feliz entra en crisis y, sobre todo, de qué manera su relación, basada en la confianza mutua, ya no va a poder ser exactamente la misma.
Esa forma estilística quiere ponerse al servicio de la captación de la cotidianidad de un espacio perdido de la frontera, con gente de paso, relaciones familiares frías, amores ocultos, amistades provisionales, casualidades y oportunidades para todo o para nada. El cambio de mentalidad, la necesidad de comprobar los esquemas ideológico-culturales recibidos, la tensión entre lo predeterminado y la independencia, forman una parte del núcleo temático de la película. A través del encuentro/conflicto entre los dos personajes, se pasa revista a la ideología oficial del régimen castrista. Ni David es tan ortodoxo defensor del comunismo cubano como hace aparición al principio, ni Diego es un furibundo anticastrista. En el fondo, ambos confluyen en la necesidad de vivir en paz y independencia y en que el régimen logre acoger a todos y cada uno de los cubanos. En este sentido, se puede comprender que la película aboga por la reconciliación y la transición pacífica del castrismo hacia un sistema democrático, de libertades.
Otros aspectos, como la infidelidad de Alicia y la relación de Vidal con Pilar quedan en un background y semejan elementos de género sin demasiada función en el núcleo argumental. Rodada con una fotografía muy «de america» de colores mates y grano grueso, bien ambientada, con temas de rap urbano y encuadres ajustados, tiene la factura del cine genuino. Por este motivo el espectador sale convencido de que, habiéndosele respetado, ha amortizado los seis euros de la entrada. No es Segundo ataque una película deslumbrante ni contiene un argumento original o sorprende por una factura novedosa. Más bien hay que considerarla como hija de mucha cinefilia y lecciones bien aprendidas; pero se ve muy a gusto, resulta interesante en todo lo que plantea y convence sobradamente en el modo perfecto de contarlo. Es decir, es una película que no llega a la altura de la pieza maestra aunque sobrepasa ampliamente la media del cine que se estrena, resulta muy digna y el espectador se siente gratificado con su visión.
Temas
Entre esas historias estarían la lucha por el poder de Pepe (falangista, marido y adúltero de conveniencia), la rutina matrimonial del padre de Elisa, la supervivencia con sueños literarios de su tía Olga, el aislamiento de Bárbara, la hermana mayor de Jorge, o el fracaso profesional y sentimental de Germán. En la estela de lo mejor que se está rodando en el cine catalán de los últimos años (Pau y su hermano, Aro Tolbukhin, Smoking Room,Cravan vs. Cravan, etc.) es una película que -sin ostentación ni grandilocuencia- experimenta con el lenguaje cinematográfico para proponer nada menos que una nueva mirada a la realidad. Estos sucesos se muestran con la misma intención descriptiva y con exactamente la misma distancia que los crímenes, lo que hace en el espectador una visible incomodidad. La acción se ubica en un valle asturiano donde el progresivo desmantelamiento de la minería ha sumido en la desesperanza a tantas familias y donde los jóvenes se encuentran con estudios inútiles , negocios fracasados (Gelín), matrimonios rotos… Sin embargo, el adefesio combina la crítica hacia ese contexto -sin apenas antagonistas, fuera del médico- con una toma de posición que viene a estimar, con el optimismo propio de la comedia, que gracias a la solidaridad entre las gentes del pueblo es posible sobrepasar la situación mucho más insostenible.
Ese talante esperpéntico, que fuerza la mirada a la realidad hasta revelar mediante el exceso -como una radiografía- su esqueleto, no disfruta de varios adeptos entre nuestros cineastas. Pero de su fecundidad dan cuenta no solo obras de los directores nombrados y de otros como Fernán-Gómez, sino asimismo películas de campos más lejanos como las de Tomás Gutiérrez Alea o de algunos cineastas italianos. Colomo rueda muy bien y hay instantes de indiscutible emoción y un humor que se agradece; la muy adecuada fotografía de Alcaine tiene tonos desvaídos como de viejas fotografías en sepia, los actores están en su punto, hay un notable trabajo en la interpretación del castellano andaluz del sitio y en el propio lenguaje… Para un conjunto que -insisto, olvidándonos de Brenan- viene a ser un fresco de una época donde, por ejemplo interpretaciones, cabe estimar un tiempo humano que está a la base de la Guerra Civil. Si, al final, 800 balas es una obra que entra en esa amplia y extensa y complaciente categoría de títulos que «se dejan ver» se debe al diseño de producción, el espíritu crítico que se encuentra en los diálogos y ciertos otros elementos, como la música de Roque Baños que remite y parafrasea temas ahora tradicionales del western. Pero De la Iglesia quedó lejos de una película que logre lo que se propone y resuelva satisfactoriamente la torrencial imaginación de los guionistas.
Quizá por esto, la dirección de actores resulta deficiente en la intención de hacer reír por la exageración en los diálogos y en la interpretación, en lugar de conseguir un más eficaz, amargo y soterrado humor que se desprendiera del patetismo de la situación en sí. Todo ello impide a Carne de gallina alcanzar el nivel que se proponía, aunque ciertamente se trata de una película estimable y amena. Y alcanza su mayor expresividad en la plasmación de las vivencias y estados de ánimo del protagonista que no son expresados de otra manera, sino más bien «construidos» en la mente del espectador mediante lo que banda sonora evoca. Aquí se fuerza la distancia espacial y sonora para provocar una nueva aproximación, claramente fenoménica. A veces se ha montado un chato contraplano o se ha variado la posición de la cámara para darle ritmo visual al texto fílmico. En ausencia de toda música, tampoco está muy conseguida la banda de ruidos, que debería sonar mucho más fuerte para -como sucedió en la proyección del Reina Sofía- eludir que el chisporroteo o el zumbido de los altífonos se sobrepongan a ella.
Y éste es un sendero poco agradecido, porque transporta a renunciar a todo lo que provoca el aplauso simple. La acción se posiciona en un espacio histórico distorsionado, mezcla de «futuro sucio» tipo Mad Max y costumbrismo ibérico, presente sobre todo en los modismos y el vocabulario usados en la construcción de los diálogos. Hay un contraste muy deliberado entre los espacios miserables de las gentes de vecindario y la arquitectura y decorado de la emisora de televisión. Todo ello, como digo, al servicio de una bienintencionada, pero ineficaz, crítica de la televisión basura y del mesianismo espiritual, ya que aun aceptando un género entre la fábula y el esperpento, era precisa una mayor entidad en personajes y situaciones, algo en lo que No somos nadiees precisamente deficitaria.
Visor De Proyectos
Cuenta el devenir de Ángel, un joven aspirante a boxeador que vive con su madre y se ve tentado por un viejo amigo de la familia llegado de Argentina y que, según confesión propia, es atracador de bancos. Vidal es un tipo seguro de sí mismo, muy elegante, irónico y de forma extraña interesado por la vida y el futuro del boxeador, quien está preocupado por el desahucio que amenaza a él y a su madre. Ángel duda entre comenzar una dudosa carrera como púgil profesional o entrar a ese dinero simple que le promete Vidal, disyuntiva que le asiste para solucionar su novia cuando es contratada por el argentino. El espectador se atrae y deja fascinar al mismo tiempo que Lourdes (magnífico nuevo rostro y espléndida interpretación) por esa madre de Miguel tan cariñosa, lo mismo que por el Ismael inquietante con sus lagartos o el templado alemán escuchante de arias. No afirmemos ya por la profesora a quien sirve bien la elegancia de Pilar López de Ayala; más contrariedad hay para admitir al personaje interpretado por Eduard Fernández, ya que en su exceso patético resulta distante.
El espectador va consiguiendo conocimiento de los detalles sobre la vida del impostor prácticamente al mismo tiempo que los dos personajes femeninos, lo que contribuye a empatizar con una historia que, a la postre, resulta bastante simple. Probablemente ello se deba, además de al guion en su diseño de esos individuos, a la escasa convicción que desprenden Sbaraglia y Watling juntos y separadamente, sobre todo en la situacion de esta última que ni semeja adecuada para el papel ni este convence en el momento de encarnar las ideas antifranquistas que se le suponen. Como tampoco convence el personaje de Cecilia Roth, muy esquemático pese a la presencia en pantalla que le otorga la actriz. Por tanto, el resultado es una película fallida en la medida en que no logra completamente transmitir esa pasión fatal que se enuncia regularmente, aunque en descargo del directivo hay que admitir la contrariedad para ello en el momento en que se ha optado por un tiempo de silencio y también incomunicación por el temor, lo que pide al espectador completar demasiadas omisiones. Se sitúa, por tanto, precisamente en una visión de vanguardia -un extenso film de setenta minutos filmado en negativo de sonido, en blanco y negro sin matices de gris y en mudo, sin rótulo alguno- en un tiempo en que la dimensión política resulta insoslayable y hasta Drácula debe de identificarse como antifranquista. Merece la pena la larga cita de un artículo de presentación de Portabella para un pase de la película en el MOMA neoyorkino en 1972 a fin de contextualizar correctamente, «entre los primeros grabes marginados hechos en mi país.
Tu Vida En 65 Minutos
Como la niña demanda la presencia de la madre, Leo no encuentra otra solución que disfrazarse y hacer ese papel, para lo que le asistencia un viejo transformista, cliente de su despacho, que actúa en un cabaret. Los críticos se congratulan de adivinar influencias y parentescos en una película que, en el peor sentido de la palabra, resulta muy cinéfila pero escasamente capaz de sintonizar con las conmuevas del espectador, que es lo que solicita el trasfondo de la historia. Se presenta esta tercera película de Jaime Rosales en San Sebastián con determinada polémica, tanto cinematográfica como política. Viene en el tiempo ardiente de una carta al periódico El País, con un centenar de firmas encabezadas por Víctor Erice y José Luis Guerín, que pone en cuestión la línea informativa sobre cine y, en concreto, al crítico Carlos Boyero, cuyo rechazo del cine más vanguardista o revolucionario produce el escándalo de un sector de la cinefilia. Boyero tacha a Rosales de «artista» y repudia Tiro en la cabeza como un género de cine que a él no le emociona ni le dice nada; no está solo, ya que parece que el premio easonense de la Fipresci se debe mucho más a la crítica extranjera que a la de españa… Por su parte, del lado político, Fernando Sabater habla de unos iniciales «sesenta minutos de estática inanidad» y desprecia la película como fría o equidistante, poco combativa con ETA.