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Francisco Jimenez De Cisneros Biografia

Al morir la reina, Juana I de Castilla y su marido Felipe de Habsburgo fueron nombrados reyes de Castilla. La nobleza y las ciudades contendieron sobre quien debía desempeñar la Regencia, ya que unos querían al emperador Maximiliano y otros a Fernando el Católico. Sin embargo la reina Juana trató de gobernar por sí misma, revocó y también invalidó las mercedes otorgadas por su marido, para lo que procuró volver a poner el Consejo Real de época de su madre. Sin consultar a Juana, Cisneros asistió a Fernando el Católico para que regresara a Castilla.

Por otra parte, la resistencia de Cisneros a cambiar la austeridad franciscana por el boato de la dignidad arzobispal logró que el papa Alejandro VI le reprendiera por desatender el esplendor de afuera que correspondía a su rango. Cisneros obedeció el orden y se rodeó de una corte en la que figuraban miembros de la alta nobleza. Para escapar de esta enemistad, en 1480 permutó su beneficio de Uceda por la capellanía mayor de la catedral de Sigüenza. No sabemos cómo consiguió congraciarse con el todopoderoso Pedro González de Mendoza, por entonces obispo de esta última ciudad, después arzobispo de Toledo y cardenal. Pero su actitud frente a los dos obispos más influyentes de Castilla revela su especial entendimiento de la coyuntura histórica.

Dos años después su orden le nombró vicario provincial de Castilla; el 20 de febrero de 1495, inesperadamente, la reina logró para él, tras fallecer el cardenal Mendoza, el arzobispado de Toledo (primado de España). Tras ciertas inquietudes, aceptó y el cargo y prontísimo preparó un proyecto de reforma de su archidiócesis. Así, con el visto bueno del papa Alejandro VI, convocó un sínodo diocesano en Alcalá y otro en Talavera , que tuvieron como fruto la aprobación de novedosas constituciones de carácter claramente pastoral y asimismo la realización de visitas a los arciprestazgos toledanos. Su nombre original era Gonzalo, y era hijo de un noble llamado Alonso Jiménez (o Ximénez) y de Marina de la Torre; la familia de su padre procedía de la villa palentina de Cisneros.

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En ocasiones se escribe Gonzales o González (un apellido que significa “hijo de Gonzalo”), lo cual es un error. A menudo, la “é” se reemplaza por la “y también” para los lectores de inglés; véase, por ejemplo, el título del libro de 1999 de Erika Rummel. Fernando demandó la regencia contra su yerno Felipe I de Castilla , y Cisneros ayudó a mediar en la disputa en el Acuerdo de Villafáfila que dejó a Felipe como rey de Castilla. En el momento en que Felipe murió en 1506, Fernando estaba en Nápoles y Cisneros estableció un gobierno regente en su ausencia, y detuvo un complot de un conjunto de altos nobles para tomar el trono. En lugar de su lealtad, Fernando nombró a Cisneros Gran Inquisidor para Castilla y León en 1507 y persuadió al Papa de que le diese un sombrero de cardenal .

La violencia de sus métodos para cristianizar y castellanizar a los musulmanes obedecía al rechazo extremista de una religión y una civilización oponentes ante las que no cabía ninguna complacencia. Obligado a compaginar la magnificencia de un príncipe de la Iglesia con el anhelo de una renovación espiritual, jura, entonces, aplicar su ideal evangélico al conjunto de la Iglesia. Coopera con la reina Isabel en la reforma eclesiástica tendente a restaurar la decadente vida conventual a su primitiva forma y desarraigar los más flagrantes abusos del clero.

2.Francisco Jiménez de Cisneros 2 Biografía Nació en Torrelaguna en 1436, hijo de nobles pobres. Posiblemente fue enviado a la próxima villa de Alcalá de Henares en su adolescencia a llevar a cabo estudios de gramática; los continuó en el Colegio Mayor de San Bartolomé en Salamanca; de allí pasó a Roma en donde fue ordenado sacerdote. Tras el fallecimiento de su padre, vuelve a España y logra el arciprestazgo de Uceda, enfrentándose con el arzobispo de Toledo, lo que significó el encarcelamiento de don Gonzalo por el arzobispo Carrillo durante ciertos años. Pese a su reclusión, Cisneros no renunció a su cargo, en el que fue mantenido por el cardenal Gónzalez de Mendoza, si bien el encierro debió durar poco tiempo según se deduce en varias biografías, ya que poco después, en 1478, Cisneros era capellán mayor de la catedral de Sigüenza.

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Fue esta una de sus empresas mucho más apreciadas, junto con la creación de la Facultad de Alcalá. Aunque pensó en editar de modo similar otros contenidos escritos teológicos y clásicos, no tuvo tiempo para hacerlo. Sí pudo, no obstante, patrocinar la publicación (asimismo en Alcalá) de muchas obras de menor extensión, españolas o extranjeras, que tuvieron su papel en la difusión de la literatura mística bajomedieval en España, y asimismo encargarse de diferentes obras benéficas o de la fundación de iglesias y centros de salud. Su preocupación principal fue sostener el poder monárquico, el orden público y la justicia en el reino, con seriedad conminados por las ambiciones de los nobles y los intereses de las primordiales ciudades castellanas.

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Tuvo dos hermanos, Juan y Bernardino; primo de el fue el reformador benedictino García Jiménez de Cisneros. Efectuó sus primeros estudios en Roa , junto a su tío Álvaro, canónigo de la colegiata de este lugar; los prosiguió en el Estudio General de Alcalá y en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo el título de bachiller en Derecho. Según ciertos autores, estaría luego en el transcurso de un tiempo en Roma, completando sus entendimientos y ejercitando como letrado.

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Se retiró al apartado convento de Nuestra Señora de Castañar y edificó una ramplona choza en el bosque vecino, donde vivió a veces como anacoreta , y después se transformó en guardián de un convento en Salzeda. Mientras tanto, Mendoza no lo había olvidado, y en 1492 lo aconsejó a Isabel como su confesor . Jiménez aceptó el cargo con la condición de que aún pudiera vivir en su red social y continuar la vida religiosa, y solo comparecería ante la corte cuando se le llamara. El cargo era políticamente esencial, por el hecho de que Isabel no solo consultaba a su confesor en temas religiosos sino asimismo en temas de estado.

El hispanista y también historiador Pierre Vilar ha dicho de él que su trayectoria escencial lo había transformado en un hombre moderno, «quizás el mucho más perspicaz y progresista» de la Europa de su tiempo. Un hombre del que cabe destacar la pulcritud de su historia privada, su ejemplaridad en la práctica de la ascesis cristiana, sobre todo como eclesiástico reformador. Siempre y en todo momento quiso apartarse del mundanal ruido, de las intrigas de la corte, de la política y de los inconvenientes sucesorios, para ocuparse de forma exclusiva a su vocación religiosa y a agradar su insaciable curiosidad intelectual.

Aunque ere era su deseo, nunca lo logró, si bien nada impidió que prosiguiera llevando los humildes hábitos franciscanos. El Papa debió solicitarle compostura y vestir como correspondía a su dignidad, y así lo hizo, pero sosteniendo los hábitos bajo la pomposa vestimenta arzobispal. Juan Pedro Sánchez Gamero, canónigo responsable de Patrimonio Cultural de la catedral de Toledo y comisario de la exposición, dice que «es un personaje indispensable para la Historia de España». No en balde, se le equipara con otros poderosos cardenales europeos como Richelieu en Francia, o Wolsei en Inglaterra, pero lo que es indiscutible es que solo a Cisneros le correspondió la responsabilidad de regentar personalmente los sitios de una nación.