Pero le gustó tanto el peine a la niña que, olvidándose de todas y cada una de las advertencias, abrió la puerta. “Bien puedo dejar entrar a esta pobre mujer”, pensó Blancanieves y, abriendo la puerta, adquirió el primoroso lacito. ¡Piedad, buen cazador, déjame vivir! Me quedaré en el bosque y jamás volveré al palacio. Llévate a la niña al bosque; no deseo tenerla mucho más tiempo frente mis ojos. La matarás, y en prueba de haber cumplido mi orden, me traerás sus pulmones y su hígado.
BLANCANIEVES, AYER Y HOY Mira el cartel de la Blancanieves de Walt Disney de tu infancia, y la de Pablo Berger. Encuentra cinco ideas, y justifícalas. Y en este momento, fíjate en los enanitos del cuento y en los de la película.
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Al conseguir a Blancanieves inanimada en el suelo, enseguida sospecharon de la madrastra y, intentando encontrar, descubrieron el peine envenenado. Se lo quitaron de manera rápida y, al instante, volvió la pequeña en sí y les explicó lo ocurrido. Ellos le advirtieron de nuevo que debía estar alerta y no abrir la puerta a nadie.
Al oír estas expresiones, los hombrecillos sintieron compasión del príncipe y le regalaron el féretro. El príncipe mandó que sus criados lo transportasen en hombros. Pero ocurrió que en el camino tropezaron contra una aniquila, y de la llamada de atención brincó de la garganta de Blancanieves el bocado de la manzana envenenada, que todavía tenía atragantado. Y, al poco rato, la princesa abrió los ojos y recobró la vida.
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La honraré y reverenciaré como a lo que mucho más quiero. “Señora Reina, eres aquí como una estrella; pero mora en la montaña, con los enanitos, Blancanieves, que es mil ocasiones más bella”. La pobre niña se halló sola y abandonada en el inmenso bosque. Se moría de temor, y el menor movimiento de las hojas de los árboles le daba un sobresalto. No sabiendo qué llevar a cabo, echó a correr por entre espinos y piedras puntiagudas, y los animales de la selva pasaban saltando por su lado sin ocasionarle el menor daño.
Pero al anochecer un hombre le hace el boca a boca y logra que Carmen vuelva en sí, observando al despertarse que está rodeada de enanos que la observan y le preguntan qué le ha pasado, pues tiene marcas en el cuello, quejándose uno por el hecho de que dice que les traerá problemas y además está ocupando su cama. Una vez en el bosque trata de asfixiarla, procediendo a ofrecerle entonces un beso, momento que ella explota para huir, siendo perseguida por Genaro hasta el río, al que la muchacha se lanza, siendo alcanzada por el chófer que hunde su cabeza para ahogarla, dejándola allí tras darla por muerta. Además de esto, a partir de ese día la madrastra cierra con llave la habitación de su marido, mientras Carmencita debe seguir encargándose de las tareas de la vivienda y en el momento en que va a tender entrena con las sábanas tal y como si fuesen un capote, creciendo de esta forma. Mientras la madrastra sale de caza, Carmencita baila para su padre al ritmo de un disco de los que grabó su madre, realizando que su padre “baile” también, moviendo y realizando girar su silla realizando también que suene la campana. Se cuela tras ello en una habitación dedicada a su padre como torero, llena de carteles y animales disecados donde está Pepe, hasta el momento en que persiguiéndolo llega a una gran estancia donde está su padre en una silla durmiendo.
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Llegado el instante de la realidad, la muchacha espera en el centro del ruedo al toro, que sale corriendo hacia ella, aunque al llegar a su altura se queda parado mientras ella llora, asimismo parada, recordando los momentos pasados con su padre. Jesusín, por su lado trata de vengarse de ella mudando los carteles de los toros, en los toriles, poniendo la pizarra del que le correspondía a Blancanieves para Lagartijo y para esta a Satanás, un toro de 560 kilogramos en lugar de la vaquilla de 140. Y al día siguiente Encarna manda a Carmencita a buscar flores para su padre al bosque, muy lejos, adonde la transporta Genaro, donde debe terminar con ella.
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Desconecten los teléfonos móviles! Los orígenes del arte cinematográfico. En tal caso, regálenmelo –propuso el príncipe–, pues por el momento no podré vivir sin ver a Blancanieves.
¡Blanca como la nieve; roja como la sangre; negra como el ébano! En esta ocasión, no te resucitarán los enanos. La Reina se sobresaltó, ya que sabía que el espéculo nunca engañaba, y se dio cuenta de que el cazador la había engañado, y que Blancanieves no estaba fallecida. Pensó entonces en otra forma de liberarse de ella, pues mientras que hubiera en el país alguien que la superase en hermosura, la envidia no la dejaría descansar. Se tiznó la cara y se vistió como una vieja buhonera, quedando totalmente desconocida. ¿Y de qué forma llegaste a nuestra casa?
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Si estos cuentos están infestados de episodios en el que los personajes protagonistas semejan morir o dormir pero entonces vuelven a la vida, debe de quedar claro para pequeñas y niños que la maligna de la historia está “bien muerta” y que es imposible que reaparezca. Esto es catártico para la disipación de los miedos interiores de pequeñas y niños, por más que desde un criterio adulto llegue a semejarnos bastante sádico y siniestro. El cuento que nos ocupa trata también, y especialmente, de los conflictos que surgen en la vivienda entre madre y también hija , en el momento en que los intereses de los pequeños/-as y los progenitores no son coincidentes. En el cuento original, el nacimiento de Blancanieves comporta la desaparición de la madre y la aparición de una madrastra, que no es mucho más que una forma de representar la una parte de la madre que la pequeña o el niño identifica como negativa porque entra en conflicto con su propia voluntad. A partir de los un par de años, los niños/-as saben qué son por oposición a qué no son, con lo que experimentan cierto placer en llevar la contraria a sus cuidadores.
La madrastra estuvo condenada a bailar hasta la desaparición. Te quedas con la original o con las adaptaciones? Pero cuando el conflicto es superado (en este y en otros cuentos, de forma frecuente tras una falsa muerte o un periodo de letargo que no es más que un proceso de desarrollo y maduración interior) el mal ha de ser castigado y el personaje malvado debe fallecer de forma indudable.