La Biografia De Enrique Viii

Y en las reuniones ministeriales y diplomáticas, el joven –que tenía el buen juicio de estarse callado, mostrando una prudencia elogiada por todos– se sentaba a la vera de su padre. Pero no había mucho más que observarlos para percibir que eran personas muy distintas. El príncipe de Gales era un York, como su madre. Tras duras negociaciones para concertar las condiciones de un matrimonio de similar conveniencia para la Corona británica, la boda sucedió en la catedral londinense de San Pablo. Como hemos dicho al principio el rey Enrique VIII era un hombre modelo, culto y atlético en su juventud. Se barajan distintas fundamentos por los que este rey padecería tan radicales cambios, tanto físicos como de personalidad.

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A la desaparición de su hermano mayor en 1502, Arturo Tudor, se convertiría en heredero legítimo al trono inglés. La tragedia de la caída en desgracia de Catalina Howard comenzó el 2 de noviembre de 1541, mientras Enrique se encontraba asistiendo a misa en la capilla del palacio de Hampton Court. No él se atrevió a decírselo a la cara al embelesado Enrique; en lugar de ello le entregó una carta donde describía las faltas de Catalina.

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Ana continuó en Inglaterra por el resto de sus días. Tras la desaparición de Juana, Enrique, queriendo una coalición con Alemania, decidió casar a Ana de Cléveris en el mes de enero de 1540. Sin embargo, Enrique no se sentía atraído por Ana, si bien no deseaba romper el matrimonio de manera beligerante o injusta. Ella estuvo de acuerdo, y se anuló su matrimonio en el mes de julio de 1540, alegando que no se había llegado a consumar.

Por todo ello, Ana Bolena, que sólo le dio una hija viva , cuando ya no servía para su cometido, fue declarada culpable de adulterio y de traición al rey y se anuló el matrimonio. Al desposarse con Catalina Howard, Enrique volvía a entrar en la familia de Ana Bolena, que era prima hermana de la nueva reina, y pareció también que revivía aquella enorme pasión de juventud. El monarca, de hecho, estaba completamente enamorado de Catalina, a la que llamaba «rosa sin espinas». El embajador francés informó de que ninguna de sus anteriores esposas «había hecho que gastase tanto en trajes y joyas como ella logró».

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Encima, la anotó mal, y la debió corregir después. Otra muestra de la poca trascendencia que se dio al advenimiento de quien sería el Tudor más influyente en la historia. Enrique VII, el rey que había acabado con la guerra de las Dos Rosas, se llamaba Tudor. Pero Tudor era simplemente el apellido de un obscuro caballero galés que, años antes, había relacionado con los Lancaster, de quienes heredó Enrique el derecho a la Corona. Esto no escapaba a los nobles del otro partido, los yorkistas, que nunca verían como de el al monarca, por más que se hubiera casado con la princesa de su bando.

Enrique VIII la vio por vez primera en una pintura de Hans Holbein (exactamente la misma que disponemos aquí arriba) e insistió en traerla a Inglaterra para casarse con ella. Al conocerla en persona la halló poco interesante y empezó a seducir a una de sus damas de honor, Catalina Howard. Se casó con Enrique VIII en mayo de 1536, 11 días tras la ejecución de Ana Bolena. Dio a luz al príncipe Eduardo el 12 de octubre de 1537 muriendo apenas 12 días después al contraer una infección a lo largo del parto. Había pertenecido a la corte sirviendo como asistente a Catalina de Aragón y posteriormente a Ana Bolena, despertando el interés del rey tras la desaparición de Ana .

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Más en el momento en que un examen confirmó que Catalina no se encontraba encinta. Ahora el príncipe de Gales, el futuro rey, era él, Enrique Tudor hijo. Pero mientras degustaba ese instante, antes de oficializarse su nueva posición, la vida lo golpeó con toda la fuerza. No había pasado un año desde el fallecimiento de Arturo cuando también murió su madre, a la que Enrique se encontraba muy apegado. La mujer, que rozaba la cuarentena, había fallecido tras un parto difícil, en un intento desesperado por consolidar la desgastada línea sucesoria.

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En el momento en que su hermano mayor —Arturo— murió, no solo heredó la corona, también se quedó con su viuda, Catalina de Aragón. Su padre estaba ofuscado con un matrimonio que los uniera con los reinos de Castilla y Aragón. Con este primer matrimonio han comenzado sus problemas con las autoridades eclesiásticas de Roma. En 1521, cuando Lutero se sublevó contra el poder papal, Enrique VIII aprovechó para tomarse su revancha. En el fondo, Enrique era un hombre enclenque, quizá por haber crecido a la sombra de un hermano mayor.

Paca Pérez nació en Burgos un año no muy lejano del siglo XX. El día 22 de abril de 1915 el ejército alemán usó por vez primera en la crónica de la humanidad armas químicas a lo largo de la guerra de Ypres. Todas y cada una de las medidas impulsadas por el rey fueron admitidas de buen talante o forzadamente por los personajes más poderosos del reino. No fueron varios los que se opusieron puesto que la mayor parte de ellos acabó ejecutada o, por lo menos, defenestrada del cargo y expulsada del país, como pasó con la gran mayoría de los abades y frailes de las órdenes expropiadas. Dándole vueltas al contenido de vuestras últimas cartas, me encuentro en una gran agonía, no sé cómo interpretarlas.

Era prima de Ana Bolena y llevaba una extendida carrera de amoríos desde los 12 años. Enrique, viejo y obeso, desconocedor del pasado de la joven, dedicaba sus días a encargar vestidos y joyas de alto valor para obsequiar a la joven reina. Catalina, pese a las riquezas, no se sentía satisfecha en su matrimonio y comenzó una relación conSir Thomas Culpeper, y empezó a verse con otros viejos amantes. La imagen de Enrique VIII no parece satisfactorio prácticamente desde ningún ángulo que se mire; no obstante, fue un monarca capaz, listo y hábil. Bajo los forcejeos con Roma por los asuntos eclesiásticos, mantuvo una lucha sorda por sustraer a su país del puro dominio del Papa. Tuvo aprecio por las artes y se inclinó a resguardarlas.

La sensible Isabel de York, por la pérdida de su hijo mayor. Enrique VII, por sentirse culpable (creía, como muchos de sus contemporáneos, que el muchacho había muerto por sostener relaciones íntimas prematuras) y por la revolución que implicaba para su casa la defunción del heredero. Su hermano era prácticamente un irreconocible para él y, por otro lado, sabía las consecuencias dinásticas de su desaparición. Entretanto, la corte se preparaba para festejar por todo lo alto un hecho escencial para los temas exteriores de la vivienda real. El primogénito de Enrique VII, Arturo, iba a casarse con Catalina de Aragón, la hija menor de los Reyes Católicos.