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Qué Año Abarcó La Tercera Etapa Del Movimiento De Independencia

A partir de 1810, el movimiento independentista pasó por varias etapas, pues los sucesivos líderes fueron puestos en prisión o ejecutados por las fuerzas fieles a España. Al principio se reivindicaba la soberanía de Fernando VII sobre España y sus colonias, pero los líderes asumieron después posiciones más radicales, introduciendo cuestiones de orden popular como laabolición de la esclavitud. José María Morelos y Pavón convocó a las provincias independentistas a constituir el Congreso de Anáhuac, que dotó al movimiento insurgente de un marco legal propio. Tras la derrota de Morelos, el movimiento se redujo a una guerra de guerrillas. Hacia 1820, solo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la sierra Madre del Sur y enVeracruz. La rehabilitación de la Constitución de Cádiz en 1820 incitó el cambio de posición de las elites novohispanas, que hasta ahí habían respaldado el dominio español.

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En esta etapa se rinde el último reducto esencial insurgente y, técnicamente, los fieles a la corona han ganado la guerra. Solo varias partidas, como la que dirigía Vicente Guerrero , prosiguieron de pie de lucha. Este periodo de tiempo acaba en el mes de febrero de 1821 con la firma del trascendental “Plan de Iguala”. Cuarta etapa Esta transcurre del 24 de febrero de 1821 hasta el 27 de septiembre de ese mismo año cuando el Ejército Trigarante, al cargo del ex verdadera, Agustín de Iturbide, entra triunfal, junto con Vicente Guerrero, a la Ciudad de México.

Etapas De La Independencia

En escritores tan distintos entre sí como Villemain, Pierre Leroux, Victor Cousin, o el Conde de Saint-Simon, la oposición entre el siglo anterior y el actual -el XVIII y el XIX- se retrataba en concepto de una antítesis. El siglo XVIII habría sido el de la filosofía «materialista» o «sensualista», que por renunciar deliberadamente a toda consideración de las cosas del espíritu, solo pudo dar una visión demasiado mecánica, depauperada, del hombre. Para muchos de estos escritores, la Revolución Francesa, juzgada desde la visión conservadora de la Restauración como una catástrofe, era la consecuencia ineluctable de semejantes concepciones. En el siglo XIX, en cambio, el avance venía a radicar justamente en un redescubrimiento de los fueros del «espíritu», que en su versión mucho más estética se presentaba bajo el aspecto del «idealismo» de mucha poesía romántica, al tiempo que en sus versiones más filosóficas englobaba desde el pensamiento social del catolicismo ultramontano hasta la vaga espiritualidad del «Eclecticismo» de Victor Cousin. La necesidad de hacer una literatura nacional exigía que se rompiera el vínculo con la literatura de la antigua metrópoli; y la necesidad de hacer una literatura original, portadora de entendimientos y formas de expresión nuevos, imponía también la ruptura con una tradición literaria que, en el pensamiento de los románticos argentinos, era incapaz de meditar nada novedoso4. Finalmente, de junio a enero de 1861, el ejército del gobierno liberal de Benito Juárez logró apoderarse las esenciales plazas que estaban a cargo de los conservadores.

También ofreció a los pensadores románticos un modelo de república y un modelo de sociedad, los que en el contexto de la indeterminación constitucional que aun imperaba en Argentina, supieron calar hondo en el pensamiento de la «provincia flotante argentina». Chile era la república del orden, la única quizás en todo el continente americano a excepción de los USA, y configuraba por ende un arquetipo poderoso en el pensamiento romántico posterior a Caseros, cuya importancia no en todos los casos ha sido adecuadamente conocida. 2 aspectos llamaron poderosamente la atención de prácticamente todos los emigrados románticos.

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Es así de qué manera las novelas de James Fenimore Cooper pudieron llegar a ser objeto de una lectura que veía en ellas -como ha señalado Raúl Orgaz al debatir su encontronazo en el pensamiento de Sarmiento- especificaciones históricas y sociológicas frente todo. Quizás el golpe más duro fue la «Convención Mackau-Arana» que buscó poner fin al bloqueo francés; para todos los que lo habían apoyado como una cruzada civilizatoria debió haber producido el mismo impacto que el sentido por tantos componentes de un movimiento político de nuestro propio siglo ante la traición ideológica consumada en el pacto Ribentropp-Molotov. El alejamiento de Alberdi y Gutiérrez fue el más escandaloso, y por esta razón el más contundente, puesto que la decisión de los dos de abandonar la plaza en este momento asediada, partiendo en excursión turística hacia Europa, tornaba evidente el desprecio que la política activa del Río de la Plata les provocaba. La mayor parte de los análisis dedicados a la Generación del 37 han enfatizado las fuertes oposiciones que ella debió enfrentar para conquistar la hegemonía intelectual. Ello es cierto en el sentido de que la generación identificada con el neoclasicismo literario y cierto republicanismo ilustrado no deseaba verse reemplazada antes de tiempo por unos jóvenes a quienes ni admiraba ni entendía, pero no es así en cuanto a la legitimidad cultural otorgada al nuevo movimiento ni tampoco en cuanto al triunfo de las ideas promovidas por él.

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Bolívar y Francisco Antonio Zea son nombrados presidente y vicepresidente, respectivamente. En España vuelve al poder Fernando VII y en Hispanoamérica los ejércitos de Bolívar se ven acosados por los realistas. El Libertador, proscrito por en general enemigos, escapa hacia las Antillas y pasa a la Novedosa Granada.

En los dos casos, sin embargo, el saldo del historicismo tocquevilleano desplegado por Sarmiento implicó la clausura de toda posibilidad «socialista», ya que la eventualidad de una síntesis armónica parecía haber quedado para siempre descartada. El bagaje cultural adquirido por la generación romántica en las academias rivadavianas la legitimó como elite intelectual aun antes de que ella cristalizara su perfil ideológico en un movimiento político-literario de contornos precisos. Sarmiento ha evocado con despiadado exactitud en sus Recuerdos de provincia qué significativo era, para la legitimidad de la propia pertenencia a esa novedosa elite intelectual, el paso por la enseñanza rivadaviana. Aun en las provincias, los títulos del Colegio de Ciencias Morales y de la Universidad de Buenos Aires representaban ahora un capital simbólico de considerablemente mayor peso que las habituales habilidades literarias que en los años revolucionarios habían facilitado el sendero del ascenso popular a más de un periodista.

La Revolución De Las Ideas: La Generación Romántica De 1837 En La Civilización Y En La Política Argentinas

Los desenlaces fueron totalmente negativos y el general mexicano debió dejar la política. A su caída le reemplazó una presidencia apuntada por Juan Álvarez, quien se había puesto a cargo de los liberales durante la revolución de Ayutla. Con la guerra de independencia de norteamérica aún fría en la mente de todos, especialmente en América del Sur, que estaba bajo el dominio colonial español, la multitud comenzó a cuestionar la legitimidad de la ocupación española. En 1807, un pensador sudamericano aristócrata y liberal acababa de regresar de sus viajes por Europa.

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Esta vía alternativa, vislumbrada oscuramente por los escritores de las dos generaciones románticas a lo largo de los años posteriores a la caída de Rosas, asimismo revelaría demasiado pronto cuan irresolubles eran sus tensiones, sus contradicciones internas, y habría de ser abandonada. Cuando ello ocurriera, el derrotero de la Nueva Generación asimismo habría llegado a su fin. De allí en mucho más, los caminos intelectuales de cada uno de los integrantes de la Novedosa Generación se fueron apartando. Algunos, como Alberdi, enfatizaron la conclusión «liberal» a que conducía la dialéctica histórica postulada por Tocqueville, plasmándola en sus tres primordiales proyectos de la década de las Bases, Derecho público provincial, y el Sistema económico y rentístico nacional.

Pasados los primeros momentos mucho más duros, el incipiente ejército liberal logró llevar a cabo útiles campañas de reclutamiento entre las poblaciones y llegar a un equilibrio de fuerzas en oposición al enemigo. Los líderes del ejército liberal también fueron aprendiendo a medida que el conflicto se fue prolongando. Entre ellos destacaba Santiago Vidaurri y Beatos Degollado.

El derecho a la educación, como en la Primera Ola, continuó siendo otro de los caballos de batalla. Más allá de que ciertas de sus reivindicaciones quizás no encajarían actualmente con lo que comprendemos propiamente por feministas, la verdad es que esta Primera Ola dejó introducir en las tribunas políticas e intelectuales de gran parte de Europa los derechos de la mujer, marcando una vía de pelea que sería continuada por muchas otras. Por último, entre los románticos residentes en Montevideo, es necesario nombrar a Esteban Echeverría y Vicente Fidel López.

Comienzo Y Desarrollo De La Guerra De Reforma 1858-1861

La primera de ellas empezó con el inicio de hostilidades en febrero y finaliza un par de meses después en abril de ese mismo año 1858. El ejército conservador a cargo del general Luis G. Osollo logra sendos triunfos en los campos de batalla, que en la mayoría de los casos están apartados de los centros de población. La presidencia de Benito Juárez corre riesgo y desde Guanajuato se traslada a Veracruz. Incluso tras una sucesión de derrotas debe abandonar el país por temor a ser tomado. Finalizado este primer impulso conservador se llega a una situación de equilibrio. Se pasa a la segunda etapa de la guerra que se extiende desde mayo de 1858 hasta junio de 1860.