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Requiem Mozart Letra

El silencio intenso que había inundado todos y cada uno de los espacios que la arquitectura había facilitado con el ahínco de los siglos parecía con esto empezar a agrietarse y las elevadas columnas a doblegarse. El presentimiento del Introitus in crescendo era sublime, majestuoso a la par que temperado, con un trueque pausado, tal y como si de un paso fúnebre se tratase. Y de súbito, reventó, entrando el coro vehemente, despertando la atención y recordando la gravedad del suceso que se festeja. Esa forma de ver (oír, en nuestro caso) el arte ha desembocado en un problema un poco grotesco hoy día (como Tasia Aránguez se ha solicitado de realizar notar en este blog); y digo grotesco pues ha dejado a cargo del propio artista elegir lo que nos debe agradar y lo que no.

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Las connotaciones anteriores y la predisposición del espectador, su crónica pasada, sus conversaciones, sus lecturas, sus medites… asisten todas a enmarcar y encauzar la obra artística en sí, resultando capitales al forjar un filtro interpretativo. Y al mismo tiempo, dejan brotar de una manera muy especial la expresividad de la obra, exprimiendo y acentuando en determinados sentidos y no en otros las sensaciones y los sentimientos provocados por ella. De este modo resultó en mi caso, con una audición que hice de la conocida Misa de Réquiem en re menor K. 626 de Wolfgang Amadeus Mozart y que tuvo su particular resonancia filosófica.

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Hay mucho en su música de pura técnica, de «poner ladrillos», si se me deja la expresión. Claro, ladrillos puede poner cualquiera, pero Mozart solo hay uno; pero, a pesar de su genio, trabajó durísimo toda su historia para ofrecernos su música. La audición de Javier es heredera directa de una concepción del arte como creación del genio. Semeja como si Mozart, enfrentado al «último viaje», como lo llamó Machado, mirara frente a frente al Secreto y fluyese hacia él la música condigna a tal solemne instante. Esa interpretación ha prevalecido desde el Romanticismo, aliñada con esos misteriosos encargos de personas enmascaradas y demás parafernalia que, desde entonces, ha acompañado a esta obra en el imaginario de todo melómano que se precie. Y con esta experiencia volví a llevar a cabo mío aquel deseo tan unamuniano, que la luz arranque del olvido y del vacío el pobre ser que somos cada uno de ellos, este ser que no podía llevar a cabo otra cosa más que quemarse al respirar las notas de aquel instante eterno y fugaz que aún paladeo al volver a oír la obra.

En la siguiente imagen puede observarse de qué forma el genio de Mozart compuso, como habituaba, esta obra prácticamente a vuelapluma, sin solamente un borrón, ofertando unas tonalidades, unas melodías, unas frases, un conjunto… siempre y en todo momento con destellos geniales, tan sobrecogedoramente sorprendentes como íntimamente familiares. Hacía relativamente poco, por otro lado, que había visto la película Amadeus de Milos Forman, donde la obra en cuestión detenta un papel personaje principal, en especial en ese magnífico intercambio que Tom Hulce y F. Murray Abraham interpretan en el desenlace de la vida del inmortal austríaco, valga la paradoja. Paseaba por allí admirándome de las aquilatadas vidas y experiencias ubicadas en las calles de esta ciudad milenaria.

Sin duda la experiencia estética se hace singular frecuentemente sin tener en cuenta aquellos aspectos que la vulgarizarían si fuesen tenidos presente. Nos impulsa estéticamente hacernos la iniciativa de ese instante como único, de esa autoría específica, de esa composición inigualable. Qué es la experiencia estética sino más bien apreciar que algo es «especial». No obstante, y curiosamente, en este caso, y al hilo de mi interpretación, como bien afirmas, que Mozart hiciera con exactamente los mismos mimbres que otros un cesto tan genuino lo hace aún más precioso.

Requiem Kv626 I: Introitus

Dales Señor, el eterno reposo, y que reluzca para ellos la luz perpetua. Quizás el hecho de que esta parte sea la única íntegramente compuesta por Mozart tenga algo que ver con la sensación de concentración, de resumen y esencia de toda la obra. El arranque, de tristísimo Re menor, con la cuerda y el viento respirando a través de un cuerpo moribundo, nos traslada a un limbo palpitante, lleno de inconvenientes sobrenaturales. El Réquiem está escrito para cuatro solistas , coro y orquesta (cuerda, dos cornos di basseto, dos fagotes, 2 trompetas, tres trombones, órgano y timbales).

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Andrés Amorós nos dedica extractos de los requiem de Mozart, Verdi, Fauré y Britten. Esta sección primera fue compuesta por Mozart en su integridad, es decir, en esta parte no intervino Süssmayr. El día de hoy entendemos que el misterioso visitante era el gobernador del conde Walsegg von Struppach, que quería hacer pasar por suya la composición adquirida.

Este estilo despuntaba en el final del clasicismo, donde la burguesía parecía reivindicarse oponiéndose al enrevesamiento aristocrático del barroco tardío, en exactamente los mismos años en que se produjo la Revolución Francesa en oposición al Ancien Régime. Y de esta manera en frente de la polifonía volvía, en un nuevo episodio histórico, a preponderar la homofonía – que el día de hoy nos resulta tan familiar – con melodías primordiales poderosos, pegadizas, asistidas por acompañamientos sencillos y sin tanto virtuosismo, pero magníficos indudablemente. Indudablemente son incontables los componentes que contribuyen a cuajar una experiencia estética, especialmente en el caso de la que sucede ante una obra de arte.

Reproducir La Versión Karaoke De Requiem In D Minor, K 626, Lacrimosa Dies Illa

Así que impresionado por el aspecto del enviado, terminó por opinar que este era un mensajero del Destino y que el réquiem que iba a crear sería para su propio funeral. Y ciertamente dejó inacabada esta monumental obra, que la historia de historia legendaria ha amado imaginar que compuso en su lecho de muerte, y que un acólito habría acabado completando. Pero no se habla con esta ni con ninguna experiencia estética de terminar loando y admirando al autor o a la obra en sí en un juego idealizador poco verosímil. Sino acabar apreciando al conjunto inasible de ese todo que nos provoca similar experiencia. De ahí que, aun sabiendo de los puntos mucho más ordinarios y vulgares de la obra la experiencia no mengua, cuando menos tal y como yo la entiendo.

Es la primera parte del Requiem, con la parte del coro (a partir del compás 8) y la intervención de soprano solista en los compases 21 a 26. Con tus santos para la eternidad, porque eres misericordioso. Copia el código HTML para insertar el audio “Música y Letra, Especial Semana Santa” en tu blog, web o en un foro de discusión. Mozart compuso una parte de coro, solista y orquesta (violoncello, bajo y órgano).

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Javier Jurado González es Ingeniero superior de Telecomunicación por la Universidad Politécnica de La capital de españa y licenciado en Filosofía por la UNED. Hoy día ejercita como ingeniero y es doctorando en el software interuniversitario de Economía mediante la UNED, con una proposición sobre Sociedad de la Información y desarrollo económico y humano. Escucharemos “Amarguras” de Font de Anta, “Requiem” de Mozart, “Requiem” de Fauré, “Semana Santa en Sevilla” de Pascual Marquina y “Aleluya” de Haendel. Entrevista a Rafael CalduchEsmeralda entrevista al Catedrático de Relaciones De todo el mundo de la Universidad Complutense de La capital de españa.