Esta situación mucho más la actividad del Campeador en Levante movieron a los reyes de taifas a pedir de nuevo ayuda al emperador de Marruecos, Yusuf ben Tashufin, que asistió con sus fuerzas a principios del verano de 1088 y puso cerco a Aledo. Sin embargo, en semejantes situaciones, el ataque español iba a ser útil de explicación para la facción contraria a Alqadir y a Alfonso VI. Además, los restantes reyes de taifas se preguntarían de qué servía pagar las parias, si eso no les garantizaba la protección. Ajeno, pues, de que interviniesen en el tema García Ordóñez (que era conde de Nájera) u otros cortesanos opuestos a Rodrigo, el rey debía tomar una resolución ejemplar al respecto, conforme a los usos de la temporada. En esos delicados momentos, Alfonso VI mantenía en el trono de Toledo al rey títere Alqadir, pese a la oposición de buena parte de sus súbditos. En 1080, mientras que el monarca español dirigía una campaña destinada a restaurar el gobierno de su protegido, una incontrolada partida andalusí procedente del norte toledano se adentró por tierras sorianas. Rodrigo logró en frente de los saqueadores y los persiguió con su mesnada hasta alén de la frontera, lo que, en principio, era solo una operación rutinaria.
Almutamán murió en 1085, probablemente en otoño, y le sucedió su hijo Almustaín, a cuyo servicio siguió el Campeador, pero por poco tiempo. En 1086, Alfonso VI, que por fin había conquistado Toledo el año anterior, puso ubicación a Zaragoza con la firme resolución de tomarla. Sin embargo, el 30 de julio el emperador de Marruecos desembarcó con sus tropas, los almorávides, presto a ayudar a los reyes andalusíes en frente de los avances cristianos. El rey de Castilla debió levantar el cerco y dirigirse hacia Toledo para prepara la contraofensiva, que se saldaría con la gran derrota castellana de Sagrajas el 23 de octubre de tal año. En esos instantes, los almorávides formaban un imperio en desarrollo por el norte de África que partía de una visión guerrera y también integrista del islam. Acudiendo a la llamada de los reyes taifas, desembarcan en la península en el verano de 1086 y derrotan a los castellanoleoneses en la batalla de Sagrajas, obligándolos a resguardarse tras el Tajo otra vez.
El Cid Y Valencia: La Invasión Almorávide (1087-
A finales del 1080 se produce el primer desencuentro de Rodrigo Díaz de Vivar con el rey y su primer destierro. Las causas no están completamente claras, pero todo apunta a que saqueó sin permiso la taifa de Toledo, aliada del rey leonés. Tras su expulsión se pone al servicio del rey taifa de Zaragoza, quien se encontraba en guerra con el rey taifa de Lleida y sus aliados, los condes de Barcelona, a los que la mesnada del Cid pone en jaque. Probablemente en este periodo de tiempo lleve a cabo sus primeras incursiones hacia el litoral oriental de la península, donde existían algunas taifas pequeñas pero ricas como Murcia, Denia y Valencia, conminadas por los condes de Barcelona y sus socios. En todo caso, el tópico de que el hecho de Santa Gadea enemistó para siempre a los dos individuos no es cierto, por lo menos a la luz de documentos históricos. En el año 1073, por servirnos de un ejemplo, el rey Alfonso ordenó a Rodrigo que interviniera en ciertos inconvenientes que existían entre el monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña y los pobladores de Orbaneja, lo que, en esencia, formó el primer contacto que tendría el Cid con el famoso cenobio español.
A objetivos de agosto de 1101, el general almorávide Mazdalí atacó Valencia y la cercó durante seis meses, tras los que Jimena solicitó auxilio a Alfonso VI, quien acudió en persona adelante de un ejército. Entre el 1 y el 4 de mayo de 1102, el monarca católico y la viuda de Rodrigo abandonaron Valencia al dominio moro. A tal efecto dispuso la boda de Rodrigo Díaz con Jimeña Díaz, prima suya y bisnieta de Alfonso V de León. Dicho matrimonio se celebró, según las cartas de arras que el Cid dio a Jimena, el 19 de julio de 1074.
Datos Sobre Rodrigo Díaz De Vivar
Esto mismo lo logramos hallar, por ejemplo, en la Canción de Roldán, el equivalente francés al Cantar del Mío Cid. La narración de los reinos de España tiene un héroe en su costillar Que impulsó la paz entre los mozárabes y lid con ostianos. El Cid Campeador es una historia de historia legendaria que sigue las cruzadas con los Obispos que idean la búsqueda del Santo Grial para seguir las hazañas del enorme guerrero y señor que vejó a los condes de Barcelona y los íntegro al reinado peninsular.
Como otros varios caballeros que habían perdido antes que él la seguridad de su rey, asistió a buscar un nuevo señor a cuyo servicio ponerse, adjuntado con su mesnada. Al parecer, se dirigió primeramente a Barcelona, donde a la sazón gobernaban 2 condes hermanos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, pero no consideraron oportuno acogerlo en su corte. Semeja que el primer apodo que recibió fue el de Campeador, gracias a las victorias que logró en su juventud en el campo de guerra como segundo de Sancho de Castilla. Como alférez, Rodrigo era el vencedor de los ejércitos castellanos y el encargado de proteger la causa de su señor en combate singular si es que se decidía que el enfrentamiento se solucionara de esta forma en vez de con una enorme batalla. Los primeros años de Rodrigo son poco populares e incluso las fuentes de la época semejan no ponerse de acuerdo en cosas tan básicas como el año en que nació.
Rodrigo Díaz De Vivar, El Emperador Y Los Almorávides
No debe de extrañar que un caballero católico actuase de esta manera, ya que las cortes musulmanas se convirtieron con frecuencia, por una u otra causa, en cobijo de los nobles del norte. La versión tradicional es que en los altos círculos cortesanos sentó muy mal que Rodrigo venciese a uno de los suyos, por lo que comenzaron a murmurar de él ante el rey. No obstante, no hay seguridad de que esto provocase hostilidad contra el Campeador, entre otras muchas cosas por el hecho de que a Alfonso VI le interesaba, por causas políticas, respaldar al rey de Sevilla frente al de Badajoz, de modo que la participación de sus nobles en el ataque granadino no debió de gustarle gran cosa.
El Cid, Un Mercenario Convertido En Historia De Historia Legendaria
Las principales campañas de Rodrigo en este período fueron la de Almenar en 1082 y la de Morella en 1084. La primera tuvo lugar al poco de acceder Almutamán al trono, pues Almundir, que no deseaba someterse de ninguna forma a su hermano mayor, había pactado con el rey de Aragón y el conde de Barcelona a fin de que lo apoyasen. En 1079 para recaudar las parias que le adeudaba el rey Almutamid, al tiempo que García Ordóñez acudía a Granada con una misión similar. Mientras que Rodrigo desempeñaba su delegación, el rey Abdalá de Granada, secundado por los embajadores castellanos, atacó al rey de Sevilla. Como éste se encontraba bajo la protección de Alfonso VI, exactamente por el pago de las parias que había ido a recaudar el Campeador, este debió salir en defensa de Almutamid y derrotó a los invasores al lado de la ciudad de Cabra (en la presente provincia de Córdoba), capturando a García Ordóñez y a otros magnates castellanos.
El cabecilla, Ibn Yahhaf, se realizó con el poder y rigió con el apoyo de los almorávides, que en reducido número habían conseguido traspasar en la localidad. Ibn Yahhaf procuró crear un reino sin dependencia del Cid y de los almorávides, pero se encontraba prácticamente cercado por uno y otros. La situación se deterioró hasta que, en el mes de julio de 1903, el líder capituló con el Cid, pero Ibn Wayib, cabeza del partido almorávide, se hizo con el poder utilizando la presencia de tropas amigas en Lorca.
El Campeador recibe el encargo de ahuyentar del territorio valenciano a todos y cada uno de los aspirantes al dominio de la región bajo la promesa, según la Historia Roderici, de que adquiriría en propiedad todas y cada una de las tierras que conquistase en Levante bajo el nombre del rey. El Cid cumple el encargo perfectamente, ganándose el tributo de Sagunto y Alpuente, lo que le permite mantener a su ejército sin que el rey tenga que aportar ni un solo sueldo. Después de diez años de leal vasallaje, el Cid vio su ocasión cuando en la primavera de 1081 se escoge a dirigir una campaña militar hacia las tierras de Gormaz, que habían sido atacadas por sorpresa por musulmanes procedentes de la taifa de Toledo.
Éste, por su lado, le hizo esenciales concesiones en castillos, tierras y pueblos, tal como de todos y cada uno de los territorios que pudiese conquistar en Levante, para él y sus descendientes. Enterrado originalmente en la catedral de Valencia, los restos del Campeador son trasladados al caer la ciudad en manos musulmanas hasta el monasterio de San Pedro de Cardeña, localización de indudable sabor cidiano, donde empieza a formarse la otra historia de el Cid. Este primer asedio duró hasta el mes de agosto, en que se levantó en lugar de que se retirase el destacamento norteafricano que había llegado a Valencia tras producirse la rebelión que costó la vida a Alqadir. Mientras Rodrigo extendía su estancia en Zaragoza hasta el otoño de 1092, en Valencia una sublevación encabezada por el cadí o juez Ben Yahhaf había depuesto a Alqadir, que fue ejecutado, favoreciendo el avance almorávide. El Campeador, sin embargo, volvió al Levante y, como primera medida, puso cerco al castillo de Cebolla en el mes de noviembre de 1092. Tras la rendición de esta fortaleza a mediados de 1093, el guerrero burgalés tenía ahora una cabeza de puente sobre la ciudad más importante levantina, que fue cercada al fin en julio del mismo año.