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Discurso Sobre El Origen De La Desigualdad Entre Los Hombres De Rousseau, Jean-jacques 978-84-9001-627-5

Con tan contadas causas de males, el hombre, en el estado natural, solamente tiene necesidad de remedio y menos de medicina. La clase humana no es a este respecto de peor condición que todas las otras, y fácil es entender por los cazadores si encuentran en sus correrías varios animales mal conformados. Algunos encuentran animales con enormes heridas de manera perfecta cicatrizadas, con huesos y aun miembros rotos curados sin más cirujano que la acción del tiempo, sin otro régimen que su vida ordinaria, y que no por no ser atormentados con incisiones, envenenados con drogas y extenuados con ayunos han dejado de quedar perfectamente curados.

Otro certamen patrocinado por la Academia de Dijon, anunciado en 1754, dio a Rousseau la posibilidad de ampliar sus medites sobre los inconvenientes centrales de la sociedad y el entendimiento humano que había reconocido en su vida y en su pensamiento. Su Alegato sobre el origen y los argumentos de la desigualdad entre los hombres es considerado como entre las críticas de la civilización de mayor alcance fabricadas en tiempos de Rousseau y en nuestro propio tiempo. 33; pero cuando veo a los otros sacrificar los placeres, el reposo, las riquezas, el poderío y hasta la vida misma para conservar ese bien único tan despreciado por los que lo han perdido; en el momento en que veo a unos animales nacidos libres y aborreciendo la sumisión romperse la cabeza contra las rejas de su prisión; cuando veo a muchedumbres de salvajes completamente desnudos despreciar las voluptuosidades europeas, desafiar el hambre, el fuego, el hierro y la desaparición únicamente por conservar su independencia, pienso que no se ajusta a los esclavos razonar sobre la independencia. En este nuevo estado, llevando una vida fácil y solitaria, con pretensiones limitadísimas y los instrumentos que habían inventado para atenderlas, los hombres gozaban de una extremada ociosidad, que emplearon en procurarse distintas, comodidades que sus progenitores no habían conocido.

Síntesis De Alegato Sobre El Origen De La Desigualdad Entre Los Hombres (ebook)

Comiénzase por buscar aquellas reglas que, por la utilidad común, serían buenas para que los hombres las reconociesen, y al grupo de estas reglas se lo da el nombre de ley natural, sin otra prueba que el bien que se piensa resultaría de su app universal. Hete aquí un sistema sumamente cómodo de componer definiciones y de explicar la naturaleza de las cosas por conveniencias prácticamente arbitrarias. «¡Que pueda perdurar siempre y en todo momento, para dicha de sus conciudadanos y ejemplo de los pueblos, una república tan sabia y afortunadamente constituida!

discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres

De forma fácil se ve cómo el lugar de solo una sociedad logró indispensable el de todas las demás, y de qué manera, para realizar en frente de fuerzas unidas, fue necesario unirse a la vez. Las sociedades, multiplicándose o extendiéndose rápidamente, cubrieron bien pronto toda la área de la tierra, y ya no fue viable encontrar un solo rincón en el cosmos donde se pudiera omitir el yugo y substraer la cabeza al filo de la espada, habitualmente mal manejada, que cada hombre vio perpetuamente suspendida encima de su cabeza. Habiéndose transformado así el derecho civil en la regla común de todos los ciudadanos, la ley natural no se conservó sino entre las diversas sociedades, donde, bajo el nombre de derecho de gentes, fue moderada por ciertas convenciones tácitas para hacer posible el comercio y suplir a la conmiseración natural, la cual, perdiendo de sociedad en sociedad casi toda la fuerza que tenía de hombre a hombre, no radica ahora sino más bien en varias enormes ánimas cosmopolitas que franquean las barreras imaginarias que separan a los pueblos y, a ejemplo del Ser soberano que las creó, abrazan en su benevolencia a todo el género humano. Podría satisfacerme con refererir o reiterar las indagaciones que el abate de Condillac hizo sobre esta materia, ya que todos afirman mi opinión y acaso me han sugerido la primer idea.

Por tal razón las he apartado al final del Discurso, en el cual he procurado proseguir del mejor modo posible el sendero mucho más recto. Quienes tengan el valor de iniciar por segunda vez la lectura pueden entretenerse en distraer su atención hacia las notas, tratando una ojeada sobre ellas. Son aquellas que posibilitan el rastreo y análisis del accionar de los individuos en nuestra página.

Discurso Sobre El Origen De La Desigualdad Entre Los Hombres

Tengo suficiente con prestar estos temas a la consideración de mis jueces; me basta con haberme arreglado tal es así que los lectores vulgares no tuvieran necesidad de considerarlos. Si me he extendido tanto tiempo sobre la suposición de esta condición primitiva es por el hecho de que, siendo necesario destruir viejos fallos y prejuicios, he creído que debía ahondar hasta las raíces para demostrar en el cuadro del verdadero estado de naturaleza de qué forma la desigualdad, aun natural, está lejos de tener en ese estado la verdad y la predominación que pretenden nuestros escritores. Voy a hablar del hombre, y el asunto que examino me señala que voy a hablar a los hombres; mas no se ofrecen cuestiones semejantes cuando se teme honrar la realidad.

Me envanezco de no ser desmentido por los resultados fundando en semejantes garantías la esperanza de la felicidad común de los ciudadanos y la gloria de la república. Admito que, con todas y cada una esas ventajas, no brillará con ese resplandor con que se alucinan la mayor parte de los ojos, y cuya predilección pueril y aciega es el mayor y mortal enemigo de la alegría y de la independencia. Que la juventud disoluta vaya a buscar en otras partes los bienestares fáciles y los largos arrepentimientos; que las pretendidas personas de buen gusto admiren en otros sitios la excelencia de los palacios, la ostentación de los trenes, los soberbios ajuares, la pompa de los espectáculos y todos los refinamientos de la molicie y el lujo. En Ginebra sólo se encontrarán hombres; sin embargo, este espectáculo también tiene su precio, y esos que lo busquen bien podrán parangonarse con los admiradores de esas otras cosas.

Discurso Sobre El Origen De La Desigualdad Entre Los Hombres J J Rousseau Tapa Blanda – 18 Enero 2013

El magistrado no podría usurpar un poder ilícito sin rodearse de criaturas a su hechura, a las que debe ceder una sección. Por otra parte, los ciudadanos no se dejan oprimir sino arrastrados por una ciega ambición, y, viendo más hacia el suelo que hacia el cielo, la dominación les semeja mejor que la independencia, y consienten llevar cadenas para lograr imponerlas por su parte. Es muy difícil someter a la obediencia a aquel que no busca mandar, y el político mucho más astuto no encontraría el modo perfecto de sojuzgar a unos hombres que sólo quisieran conservar su libertad. Pero la desigualdad se extiende sin trabajo entre las ánimas ambiciosas y despreciables, preparadas siempre a correr los riesgos de la fortuna y a dominar u obedecer casi indiferentemente, según que la fortuna les sea favorable o adversa. Así, sucedió que pudo llegar un tiempo en que el pueblo estaba de tal modo fascinado, que sus conductores no tenían más que decir al mucho más mínimo de los hombres «¡sé grande tú y tu raza! », para que al momento pareciese grande al mundo entero y a sus propios ojos y sus descendientes se elevasen a medida que se alejaban de él; cuanto más lejana e dudosa era la causa, mucho más aumentaba el efecto; cuantos mucho más holgazanes podían contarse en una familia, mucho más ilustre era.

El Contrato Social / Discurso Sobre El Origen De La Desigualdad Entre Los Hombres

De ahora en adelante, a nosotros incumbe, no el realizar vuestra felicidad -vuestros antepasados les han evitado ese trabajo-, sino más bien el conservarla duraderamente a través de un sabio uso. De vuestra unión perpetua, de vuestra obediencia a las leyes y de vuestro respeto a sus ministros es dependiente vuestra conservación. Si queda entre vosotros el menor germen de acritud o desconfianza, apresuraos a destruirlo como levadura funesta de donde resultarían en algún momento vuestras desgracias y la ruina del Estado. Os conjuro a todos vosotros a replegaros en el fondo de vuestro corazón y a preguntar la voz secreta de vuestra conciencia. ¿Conoce alguno de vosotros en el mundo un cuerpo más íntegro, más esclarecido, mucho más respetable que vuestra magistratura?

¿no Halla Su Libro?

La tierra, dejada a su fertilidad natural8y cubierta de bosques inmensos, que jamás mutiló el hacha, da a cada paso guardes y retiros a los animales de toda especie. Desperdigados entre ellos, los hombres observan, imitan su industria, elevándose de este modo hasta el instinto de las bestias, con la ventaja de que, si cada especie sólo posee el suyo propio, el hombre, no teniendo acaso ninguno que le pertenezca, se los apropia todos, se alimenta igualmente con la mayor parte de los alimentos9 que los otros animales se disputan, y halla, por lo tanto, su subsistencia con mayor facilidad que ninguno de ellos. De apuntar en el avance de las cosas el momento en que, pasando el derecho a la crueldad, a naturaleza quedó doblegada a la ley; de argumentar por qué razón encadenamiento de prodigios ha podido el fuerte decidirse a servir al enclenque y el pueblo a comprar un reposo quimérico al precio de una felicidad real.

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