Llegó dolorida la pura Pequeña ante la existencia de su padre, pero las súplicas de María no fueron oídas por Dios, en cuyos beatos propósitos llevaba contadas las horas del padre de la pura y santa Pequeña, y Joaquín entregó su alma al Creador. Suponen ciertos autores que tienen piedad que en el instante en que Joaquín extendía las manos para bendecir a su Hija, Dios, en su suprema bondad, le logró la revelación del glorioso destino que el cielo había señalado a su Hija, comentan que en aquellos angustiosos instantes la suprema revelación alumbró el rostro del adulto mayor y bajando los brazos entregó su alma a Dios. Al caer de la tarde y en el momento en que las trompetas de los Sacerdotes llamaban al pueblo a la ceremonia, Ana se apuraba para adorar a Dios y echar una observación sobre su Hija, que varios meses no había visto. El atrio, que no tenía otra bóveda que el cielo, mezclaba las deslumbradoras luces de sus candelabros con el vacilante resplandor de las estrellas.
Ludovico y usar los servicios de nuestro paisano, lo cual nos daría un rato más de usar nuestro idioma. Para esto no vamos a hacer sino más bien copiar las páginas de nuestro diario de peregrino católico y artístico por Italia, vamos a dar a luz esas páginas de nuestras impresiones personales, y al hacerlo recordaremos hechos placenteros que ya pasaron, pero que frescos, puros, se preservan con el dulce recuerdo con que hiere nuestra vista la rosada luz de una bella puesta del sol. Transcribiremos aquellas páginas, dando merced a María Santísima que ha permitido que aquellas letras vengan a ver la luz pública después de veinte años que duermen entre papeles que nunca deben ser del dominio público, en estas pobres páginas consagradas a relatar la vida de María Muy santa, que tal merced me ha concedido, y deben ser las mucho más queridas y amadas páginas de, cuantos libros llevo escritos.
En el convento de la ciudad de México profesaría como hermano lego, y poco después partiría hacia el norte de la zona con otros compañeros religiosos, con los que fundó el convento de Etzatlán, cerca de Guadalajara, y hizo la evangelización de los indios chichimecas, a consecuencia de lo que padeció martirio el 10 de junio de 1541, considerándosele desde entonces por la Iglesia como el Protomártir, esto es, el primer mártir, de México. Hablamos de una construcción en mampostería de gruesos muros con forma de barraca alargada y tejado a dos aguas, con 2 troneras en la cabecera como únicas aberturas. Tiene adosada a la trasera la casa del ermitaño, de menor altura, construida hacia mediados del siglo XVII, comunicada con el templo por una puerta junto al altar. La fachada, con toscos sillares en las esquinas, remata en espadaña de ladrillo sin campana, añadida recientemente, al igual que la puerta de hierro encuadrada en arco adovelado de medio punto. El interior es, naturalmente, muy reducido , con un altar de obra adosado al testero y una cruz de madera sobre él.
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Y aun en el momento en que extraño a la narración de la vida de María, aun en el momento en que pudiese parecer impertinente, diremos 4 palabras sobre el desafío y entierro entre los judíos, punto que para muchos puede ser desconocido, y al relatarlo daremos a conocer en este y otros extremos la vida y costumbres de aquel pueblo, lo cual va a explicar mejor algunos capítulos de la relación, hallándose de esta suerte la conexión y enlace necesario entre las costumbres y cuentos de los hechos y vida especial de la Santa Señora. Pero llega el año 1620, y el emir Fakhur-Eddin abre las puertas a los cristianos, entregando la cripta de la Anunciación a los Progenitores de San Francisco, comenzando una exclusiva era de calma; y por último, en 1799, Napoleón I estuvo en ella la noche que antecedió a la gloriosa guerra del Thabor. Después de la retirada del ejército francés, Djezar deseó pasar a cuchillo a la población cristiana, pero las amenazas del almirante inglés impidieron el bárbaro propósito, a pesar de que los cristianos padecieron agresiones continuas. Las matanzas de los cristianos en Damasco en el año 1860, hicieron temer a los de Nazareth por sus vidas, pero Akil-Agha, jefe de los beduinos, los defendió y amparó noblemente.
Pocos años antes, en 1612, habían partido del convento de Espartinas doce frailes, populares más tarde como los 12 Apóstoles de Loreto, que llevaban el encargo de fundar la novedosa Provincia Franciscana de la Asunción o del Río de la Plata, que aparece de la unión de las precedentes del Paraguay y Tucumán. Estos y otros misioneros se encargaron de llevar hasta el Nuevo Mundo la devoción a la Virgen de Loreto, como lo testimonia la presencia en Lima, el año 1619, de una Cofradía con esta advocación mariana . Tal era el modo de vivir de aquellos pobres habitantes de Galilea y por estas prácticas generales del pueblo deducimos que el pobre matrimonio del carpintero venía sujeto a la ley general de su posición, su modo y manera de vivir acomodado al de Nazareth en que vivían. De ahí que al fijarnos en estos detalles lo hemos hecho a que conociendo el modo de vivir de esos pueblos, en que nada varía, y aún en nuestros tiempos, costumbres y trajes, elementos prácticas son las mismas ahora que hace mil años, lo hemos consignado para que se conozca cuál y en qué suerte vivía aquel matrimonio tan pobre, que entonces tenía que brillar en los altares cuajada sus imágenes con las ricas pedrerías y coronas de los reyes y potentados de la tierra, que se arrodillan ante su presencia y adoran en sus virtudes y gloria.
En este mismo punto existía ya en el siglo XV una pequeña ermita encargada de san Marcos, que después se puso bajo la advocación de santa Ana y hacia finales de ese siglo o principios del XVI, tras varias ampliaciones y remodelaciones, ahora fue consagrada a la Virgen del Remedio. Qué palabra más dulce para los corazones cristianos que la adoran y veneran como a nuestra Madre, como corredentora del mundo, nuestra abogada intercesora y salvadora en las penas de la tierra y a quien invocamos con el dulce nombre de Madre de los Afligidos. Como hemos dicho, para evitar el fantasear de ciertos que, llevados de su imaginación exaltada y llenos de fe y amor, han creído al Santurrón Matrimonio viviendo entre ricas maderas y magníficos mármoles, hemos pintado las costumbres nazarenas. El genio de los pintores, ornamentando sus cuadros de la casa de María, detallando la Sagrada Familia con costosos muebles, ricos cortinajes y suntuosos accidentes de una vida oriental, han perdido el concepto acerca de la vida del Matrimonio de Nazareth, haciéndoles manifestarse como unos potentados rodeados de un lujo de que María ni José conocieron en la pobre y modesta casa de Nazareth. Instalado el matrimonio en su pequeña casa, comenzó para los dos la vida de familia, admirando a las mujeres de Nazareth, la hermosura, bondad y felicidad inefable que resplandecía en la esposa de José.
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Del parentesco de la Virgen con Santa Isabel, han querido deducir algunos escritores contrincantes del cristianismo, como Celso, Porfirio, Fausto y por norma general los judíos y los racionalistas, que María era de la tribu de Leví y no descendiente de la de David, y por tanto que tampoco lo era Jesucristo, según la carne; pero los católicos combatimos este fallo, fundados en las palabras de San Mateo, quien asegura la descendencia de Jesús de la raíz de Jessé y David, según la carne. No es cierto que todas y cada una de las jóvenes tuviesen obligación de casarse con personas de su familia y tribu, sino más bien únicamente las huérfanas herederas de los bienes paternos. Tenía, por tanto, obligación la Virgen María de casarse con persona de la tribu de Judá y de la familia de David, de la cual descendía por parte de San Joaquín; pero no teniendo este obligación de casarse con mujer de su familia, se había desposado con Santa Ana, que era de familia levítica y sacerdotal. El justo Patriarca sonrió levemente, como Jacob, creyó que había sido largo tiempo viajante por la tierra y comprendía que precisaba despojarse de la vestidura mortal para ir a reposar en el seno de Abraham tras su peregrinación.
No hemos de reiterar el día de hoy cuanto afirmamos de la vivienda de María en Nazareth cuando sobre la vida de la Santísima Señora decíamos, ni de su hallazgo por Santa Elena, ni del templo sobre los cimientos de aquélla construido por la Santa Emperatriz, ni su destrucción ni ruinas; por fortuna el día de hoy desaparecidas merced a la piedad cristiana de monarcas tan respetables como queridos por su conterraneidad. Pero sí cumpliremos lo que entonces indicamos, de consagrar un capítulo a la vivienda de María trasladada milagrosamente a múltiples puntos, y finalmente a Loreto, en donde se adora y contempla, llenando el alma de católico consuelo, las pobres paredes de la morada del Santo Matrimonio y que albergó bajo su santo techo al Redentor de todo el mundo. A esa modesta casita, a ese augusto templo de la gran Señora nuestra Madre vamos a conducir al lector para que con nosotros contemple las maravillas de la fe, representadas en la milagrosa traslación de la casa de los modestos obreros de Nazareth. La imagen de la Muy santa Virgen de Loreto es una venerada talla en madera policromada que data de la segunda mitad del siglo XIV, más allá de que en los siglos siguientes su cuerpo sería mutilado, como le ocurrió a otras muchas imágenes de la misma temporada, adaptándola siguiendo el gusto popular para ser vestida, y efectivamente sabemos por los documentos más viejos que en el siglo XVI ahora contaba la Virgen con varios vestidos. Es por ello que para vislumbrar el aspecto primitivo que presentaba la imagen, debemos recurrir a otras que datan de los mismos años, y en este sentido, creemos que la primitiva Virgen de Loreto tendría un aspecto muy afín a otra imagen que se mantiene en la iglesia parroquial de la villa de Olivares, y que traemos a colación por tratarse de entre los ejemplos mucho más cercanos de la imaginería de aquella temporada; nos referimos a la Virgen del Álamo, que aparece sedente sobre el leño de un árbol con el Niño Jesús parado sobre su rodilla izquierda . Cambiemos el tronco del álamo por el de un olivo y obtendremos una visión que creemos debió ser muy similar a la de la primitiva Virgen de Loreto hallada en 1384, curiosamente el mismo año que hace aparición en la leyenda de la Virgen del Álamo.
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Se accede al convento por un pórtico en el que, sobre el vano de acceso, adintelado y enmarcado por el típico moldurón mixtilíneo entre pilastras dóricas, hace aparición un segundo cuerpo flanqueado por enormes volutas, ancha cornisa y remate en piedra con otras 2 volutas a modo de pinjante, situándose en su centro un viejo azulejo con la imagen de la Virgen. A través de este pórtico se ingresa en el compás, en cuyo centro se halla un crucero, revestido de azulejos de montería, que fue puesto allí en 1757. Desde el compás se divisa la iglesia conventual, que puede describirse como una obra de contornos vigorosos, un poco maciza, con la que puede decirse que Díaz retorna al gusto arquitectónico de objetivos del manierismo hispalense, estilo que por otra parte encaja muy bien con la austeridad que caracteriza a la Orden seráfica. Muy característico resulta además el pórtico de la iglesia, dispuesto en tres vanos con diseño serliano, cuyo arco central descansa sobre 4 columnas de mármol pareadas, y a sus lados se muestran sendos óculos sobre linteles, el mismo diseño que se repite en la portería del convento, ubicada en el lado derecho del compás, si bien aquí las columnas se han sustituido por pilares. La portada propiamente esa está conformada a través de un vano adintelado y festoneado por una moldura con distintos filetes mixtilíneos. Por su parte, el cuerpo superior de la testera, construida en ladrillo limpio al igual que los muros, se halla delimitado por 2 pares de pilastras dóricas de carácter ornamental, que a su vez flanquean una ventana central, al paso que el remate está constituido por un gran frontón triangular de cornisa poco pronunciada .
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No, nada de eso, pero sí en aquel famoso cuadro observaremos mucho más la presentación, el retrato de la conocida Fornarina, que la imagen de la Madre de Dios ni de su Hijo. Hacía falta la unción religiosa; la falta de fe hace obras acabadas pictóricamente, pero no tocadas ni dibujadas con espíritu cristiano, ni unción ni fe religiosa; hablarán aquellas obras al arte, pero jamás al sentimiento cristiano ni religioso que quieren representar. Muchas más, como hemos dicho, podríamos citar, pero como nuestro objeto no es realizar una investigación iconográfico de las imágenes, ya que esto nos llevaría muy lejos de nuestro propósito y necesitaríamos conformar un diccionario después de lo mucho que escribió y publicó el P. Facci, nos contentamos con refererir las primordiales y aquellas que puedan ofrecer un conocimiento de la narración de las imágenes de María desde los primeros tiempos del Cristianismo hasta nuestros días, en que el arte ha comenzado una exclusiva época de regeneración, como puede entenderse por las hermosas y poéticas imágenes de María en sus representaciones tan bellas como sentidas e inspiradoras de la Salette y de Lourdes, y con esto corregirse el espíritu de clasicismo o paganismo que el siglo XV había introducido en nuestras costumbres, en el arte y sobre todo en las imágenes. En otras la encontramos representada entre los apóstoles Pedro y Pablo, o también en una arboleda con dos palomas aleteando cerca de su cabeza, y en el cementerio o catacumba de Santa Inés vemos entre las más bellas representaciones de María sobre un ara o sepulcro, siendo de contemplar su belleza, expresión de dulzura y cariño en aquella encantadora representación pictórica de la Madre del Salvador del mundo. Pero lo más sorprendente, la representación más bella de María es, según los arqueólogos cristianos, la de que hemos hablado y la realidad en el traje, la dulce actitud en que se muestra, aquellas manos extendidas y aquella boca entreabierta por la oración, son indudablemente la representación mucho más antigua y el retrato más coetáneo de María Muy santa, y al tiempo señala la antigüedad del culto y veneración tributada a María desde los primeros siglos del Cristianismo.
Costumbre y práctica es esta en mí que de viejo vengo observando y que he efectuado en Montserrat, en el Pilar, en San Pedro, en las Catacumbas, y de la que no pienso despojarme, conservándola, si se quiere, como un saboreo anticipado de las dulces impresiones que siempre he recibido en los beatos templos. Un cielo puro, transparente, al que esmaltaban ciertas blancas nubecillas por la una parte del norte, tiene este un parecido tan grande con el de nuestra tierra, que nos creíamos trasportados al feraz valle de Liria con sus montañas que le limitan azules y delicadamente recortadas con siluetas de agradables líneas. Contemplando aquel hermoso panorama fuimos acercándonos a Loreto, bajamos en la estación y ascendiendo la suave colina en que asienta la favorecida ciudad. Al silencio de los campos, al canto de los pájaros y al rumor de corrientes aguas, pasa el ruido de las calles y la animación que generan los varios peregrinos que recorren la localidad y singularmente llenan la rectangular plaza de la Madona en que asienta la Basílica santa. No, no transcurren varios meses sin que se sepa que la Santa Casa tan sólo había sido cambiada de rincón, y atravesando con ella los ángeles el mar Adriático, la habían depositado en Italia, a cuatro millas del sitio de Recanati, en un bello bosque de lauros, de donde tomó después la casa de María el nombre de Santa Casa de Loreto.