Biografia De Isabel Rodriguez Baquero

Sendero fugaz, la vida es tránsito de angustia, turbia palpitación de instintos (vía purgativa). El itinerario espiritual se inicia por medio de la naturaleza, donde el alma –como en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz- en la mitad de la noche oscura de todo el mundo sale en busca de Dios. Pintores murcianos Pedro Flores, Mariano Ballester, Molina Sánchez y Muñoz Barberán y el fotógrafo Alfonso, de La capital española, con retrato del autor. “Miércoles Santurrón”, los versos que brotaban de su alma piadosa y buena. Pero es, sobre todo, en “Raudal divino”, la larga composición que cierra el libro, donde con mayor nitidez e intensidad se narra la Pasión de Cristo aliviada por el coro de ángeles que afirman el cáliz “para recoger en él / la Preciosísima Sangre”, fluvial corriente salvadora que destila su humano costado.

El gran colorido de la prosa de Martí es antillano, mestizo, mezclado. Pero no es sencillo avisar esa condición íntima de la prosa cubana en contenidos escritos de teatro, de política, de ensayismo, como los recogidos en las antologías. Donde resplandece de forma visible la cubanidad o cubanía fortísima de la prosa es en la descripción de la sociedad humana, a través de sus prácticas, sus individuos y sus aventuras en el mundo. La prosa de Martí sería el compendio del pasado y la puerta del futuro literario de la Isla. Rinde teológicamente ante el español, su idioma propio queda sumergido y también inerme ante la lengua mandona y autoritaria de Castilla. Cuando mucho tiempo después el cubano -que no es el indio ni guarda huellas suyas, por el hecho de que el alma rendida pierde la raza y pierde con ella la lengua- comience a expresarse por escrito, o sea, con intención de que perviva su personalidad, la prosa que va a salir de sus manos será por mucho tiempo una obediente y sumisa imitación de la prosa del conquistador.

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La prosa de Félix Varela responde exactamente a eso que Sanguily afirmara de él cuando charlaba de «la seca energía de su estilo». Era hombre muy tierno, sereno, apacible, profesor de violín, pero no tenía nada de amerengado ni de eso que llaman monjil. Físicamente era enclenque, pero en el espíritu era inexorable, era una roca.

«Manuel del Socorro Rodríguez, natural de Bayamo, en la isla de Cuba, dotado por la naturaleza de un talento refulgente y de un genio feliz para las ciencias, llegó a adelantar excepcionalmente en ellas, no menos que en la literatura, sin maestro alguno, y sin más libros que los muy raros que podía obtener de las realmente pocas personas instruidas que entonces había en aquel pueblo. Tenía también que pelear con la pobreza, viéndose en la necesidad no sólo de mantenerse de su trabajo personal como artesano, sino de atender a la subsistencia de sus hermanas. Cuando desfallecido del trabajo, semeja que debiera entregarse al sueño, hallaba en el estudio, el recreo y la reposición de sus fuerzas; y una constancia ejemplar le condujo a un grado de comprender envidiable aún de los que con talentos nada vulgares se ocupan de forma exclusiva a las letras. Deseando Rodríguez verse libre del trabajo mecánico para entregarse al intelectual, solicitó a Carlos III le concediese una colocación literaria, previo el examen que S. Tuviera a bien mandarle realizar en varias ciencias, ramos de literatura y hermosas artes. Ahí resplandece como en parte alguna la integridad ética de Varela.

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Esto le impidió entregarse a lo que llamamos «el enorme poema» -el poema grande-, ya que su meta era antes lo poético como fenómeno que lo poético como realización de un mundo cerrado y completo. No encontramos en él el poema a lo «Altazor», pero es importante su gusto por la traducción de los grandes poemas de Paul Valéry. En «La joven Parca» está Brull en su instante de perfección tanto como en sus breves poemas propios.

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De la palabra en libertad se llega, por la clave de poesía que tiene dentro la palabra poética en sí, al poema que ya no es un gozo autónomo de la palabra, sino más bien una construcción deliberada de las sensaciones, de los recuerdos, de los paisajes, de cuanto se quiera, a través del poema estructurado adrede, dominado por el poeta. Esta es la etapa de la obra de Brull que se abre con «Poemas en menguante», se mejora en «Canto redondo» y enraíza en toda la poesía siguiente, que él va a producir con su sentido de la medida, del ritmo, de la interiorización de la palabra en busca del poema. Se aplicaba al fenómeno artístico por norma general y al poético en particular la hermenéutica derivada de unos descubrimientos, unas comprobaciones, unos hechos desnudos y puros, que hasta entonces habían pasado desapercibidos, más allá de ser, como eran, los hechos mucho más demostrativos de la unicidad de la condición humana en el universo.

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Testimonio íntimo de la actividad que Miguel hubo de desarrollar para ver anunciado su primer libro de versos y de la consecuente relación que sostuvo con su editor murciano, son tres cartas que aquel le dirige desde Orihuela y que conservadas por su viuda, Josefina Manresa, publicó Agustín Sánchez Vidal en 1986. Fechadas una en el mes de noviembre y dos en el último mes del año de 1932, en ellas se observan las vacilaciones del joven poeta para dar forma definitiva a su poemario y su preocupación por el hecho de que su libro salga de la forma más especial posible. Que junto a unos pocos versistas consagrados se incluye – y o sea lo más interesante- una amplia nómina de jóvenes poetas que, como nuestro De los Reyes, forman la promesa mucho más estable del futuro panorama poético murciano de los años 20 y 30. No importa que no todos tuviesen exactamente la misma calidad, y que ciertos fuesen incluidos con mucho más desacierto que otros; más allá de su obra no debe ser desdeñada, ya que son fiel exponente de aquel interesante instante literario.

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El poeta santanderense envió a Raimundo de los Reyes colaboraciones auténticos como “El vendedor de crepúsculos”, así como los vanguardistas poemas “La cometa” y “Poemas adrede”, aparecidas en “El Suplemento” y en “Sudeste”. Sobre la relación entre ambos versistas me ocupé en mi producto “Centenario de Gerardo Diego y Raimundo de los Reyes”, La Verdad, 23 de octubre de 1976. Raimundo de los Reyes desarrolló a lo largo de muchos años una columna en el diario “Ya” con el título de “Ripios del día”. En ella el pequeño hecho cotidiano era poetizado en clave de humor y tono satírico en unos versos apresurados por la exigencia informativa y de actualidad, pero que muy frecuentemente elevaban su categoría a la de genuina poesía. Le consuelan, no obstante, los encendidos elogios que le llegan de parte de Gerardo Diego, que le escribe desde Gijón, de Ramón Gómez de la Serna, del matrimonio cartagenero Antonio Oliver y Carmen Conde, y desde Oxford, el aliento y las amables palabras de Jorge Guillén. La relación entre ambos poetas continuaría en los años siguientes en que Miguel manda sus colaboraciones en prosa a la página de “Letras y Artes” de La Verdad; además, y en justa reciprocidad, desde esta publicación siempre se le deparó un trato inmejorable, ofreciendo noticias de su persona y críticas elogiosas de su posterior libro El rayo que no cesa.

Comunidades Con Isabel Rodriguez

El poeta nos da en ellos, en su honda vena poética, lo que no es más que una manifestación de su rica vida interior, de su profunda religiosidad de hombre católico, preocupado por esos temas universales que son el mucho más allí y la desaparición que en estos poemas parecía acertar. Justo un año después, en enero de 1934, salió el cuarto volumen de “Sudeste”, Antología , de Andrés Cegarra Salcedo, el escritor unionense fallecido seis años antes. Fundador de la Editorial Levante, -que había anunciado libros de autores murcianos entre ellos Campo, el primer libro de De los Reyes-, fue un autor dotado de una rica sensibilidad para describir panoramas y ambientes y cultivó una prosa lírica llena de matices sensoriales que la hacen allegable a la de otros escritores levantinos como Azorín o Miró. El primer volumen de la editorial fue Tiempo cenital , de Antonio Oliver. Su autor se encontraba por entonces recién casado con una joven versista, Carmen Conde que un par de años más tarde publicaría asimismo en esta misma editorial su libro de poemas Júbilos, con un prólogo de Gabriela Mistral.

Nacido en Murcia el 22 de octubre de 1896, Raimundo de los Reyes-García y Martínez era hijo del ingeniero de Montes don Eustoquio de los Reyes, que sucedió en el cargo de Jefe del Distrito Forestal de Murcia a don Ricardo Codorníu, “el apóstol del árbol” , y de Isabel Martínez, que le inculcó desde muy pequeño el amor a las letras. Ahora puedes gozar del prólogo del libro \’Fabulaciones en prosa\’ de Gastón Baquero, que fué escrito por el catedrático, periodista y poeta Alberto Díaz-Díaz. El volumen forma parte de la compilación Cuadernos de Obra Primordial. Un “café literario” en el cual se muestra el Festival Writers Week-end de La capital de españa-Malasaña-Maravillas. Conversatorio de escritores, editores, otros referentes en el mundo de los Festivales literarios.

Su obra narrativa se compone de dos novelas, El Fulgor y la Noche y Dime que no me has olvidado; una novela corta, La última Frontera y una serie de cuentos. Licenciado en Historia y Doctorado en Estudios de antropología americana. Desde la adolescencia empezó sus andaduras como escritor en el campo de la literatura informal, en el planeta de los fanzines y la filosofía de la autogestión y el hazlo tú mismo. Por este motivo, en el año 2012 empieza a autoeditarse bajo la etiqueta Teoría de la Catástrofe, todos los escritos que ven la luz de su puño y letra. Ha colaborado en varias revistas de tirada nacional como Argelaga de Barcelona, con productos para los Cuadernos de Contrahistoria local. Escribió un volumen de cuentos infantiles, Los Cuentos de Kajú, editado en interfaz digital.