Si bien las revoluciones de 1848 fracasaron, su experiencia influyó poderosamente en las ideologías obreras del siglo XIX. Pero esta división efectista obvia las desigualdades socias a los títulos académicos, ocultando el papel desempeñado por la burguesía intelectual que, aun en el momento en que sirve a ese 1%, agrada de situarse en el campo de los oprimidos. Ese conjunto social proveniente de la “meritocracia” transmite sus privilegios a sus descendientes, igual que la aristocracia en otro tiempo. El proletariado empezó a conseguir conciencia de clase y, más allá de que actuó desorganizadamente, se constituyó como un movimiento autónomo desgajado de los intereses burgueses.
Buena parte de la pequeña burguesía, miedosa de una revolución social, abandonó su coalición con el proletariado y se unió a la gran burguesía, aunque a lo largo del siglo XIX las diferencias entre ambas fueron bien patentes y se materializaron en las luchas políticas entre moderados y radicales. En el primer mes del verano la revolución se radicalizó y la pequeña burguesía que había estado del lado de las clases obreras se alió con la alta burguesía. La pelea contra el absolutismo se transformó en una lucha interclasista entre burgueses y obreros que se saldó con una fuerte represión (más de 1.500 ejecutados).
“lengua Servil” Y Sociedad De Sumisión
Y es que en aquellos años todo el mundo se conocía, puesto que la localidad era pequeña, lo que no impedía a los maridos burgueses tener “queridas”, algo que había que llevar con justa discreción –aún no existía el divorcio y se encontraba mal visto por la Iglesia católica-. Pero tener un romance clandestino “estaba de moda”, hasta el punto que “algunos blasonaban de la querida que tenían” delante de amigos o populares, y en ciertos entornos podían presentarse con ella. A pesar de ese aparente fracaso, los hechos acontecidos en 1848 supusieron el comienzo de una progresiva democratización y la incorporación a la pelea política de la clase trabajadora.
No obstante, el periodista Lluís Permanyer, logra adentrarse en las intimidades de los burgueses que vivieron en Barcelona entre 1880 y 1840 por medio de las fotografías de viejos archivos familiares. “Estas imágenes muestran puntos de lo que ocurría en los cuartos y salones de este tipo social como se manifestaban en la intimidad, puesto que eran fotografías que los burgueses se hacían con sus cámaras”, los únicos que, adjuntado con la aristocracia, podían posibilitarse darse ese lujo. El resultado del nuevo trabajo de Permanyer es el libro Vidas privadas de la Barcelona burguesan , donde el autor documenta la cotidianeidad de la clase que contribuyó en buena medida a hacer de Barcelona una ciudad moderna.
La Revolución
Aparte de costumbres, rituales y tradiciones, Permanyer refleja en su libro la ostentación y opulencia que envolvía la vida de la alta burguesía. “Este período lo he calificado de ‘nuestro renacimiento’, a pesar de que nos llegó con algunos años de retraso”, concluye Permanyer. El autor pone como ejemplo a las nodrizas, que acostumbraban a llevar distinguidos vestidos y joyas que, a veces, les prestaba la señora de la casa, con el propósito de quedar al nivel que merecía la familia donde trabajaban.